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El regreso

“No bajaste del todo la persiana, en cambio yo sí, cuando nos fuimos la bajé del todo.
Vos la dejaste por la mitad y cada tanto mirás de nuevo...”- me dijiste antes de partir-.

“Y sí, tenés razón Juan, por eso ahora que nos vamos, sé que debo bajar la persiana del todo
y no volver a mirar atrás, nunca más....” -te contesté-.

Ahora estoy parada aquí, delante del portoncito de rejas verdes, tocando un timbre que nadie atiende.
Tengo las llaves pero no quiero entrar.
Espío a través de lo que dejan ver los plásticos que aún están cubriendo las rejas,
impidiendo que pasen las miradas indiscretas de la gente y vean el patio.

Mi casa, mi patio.

Trago saliva, aprieto los dientes, no voy a llorar, no quiero llorar.

No hay nadie...espero un rato.
Abro el candado del portoncito y entro.
Todo está casi igual, casi...

Mi mente se pone en blanco, no piensa en lo que está sucediendo en ese instante, en lo que está viendo.
Procedo como un autómata.
No debo pensar, no debo pensar, ¡no!...Uffff!

Ya crucé el patio y estoy frente a la puerta del galpón; me asomo por los huecos donde deberían estar los vidrios que nunca estuvieron y...
¡¡¡ Guau!!!¡¡¡Dios mío!!!
Qué bodrio que hay acá adentro!!
Abro y entro.


Ahí están, frente a mí, como desafiándome, los restos moribundos del pasado.

Lo que dejamos, lo que abandonamos al partir.
He tenido que recorrer más de 12000 Km. para venir a enfrentarme con esto,
el desprendimiento definitivo de lo que una vez fue nuestro...

Qué desastre, parece que hubiéramos huido despavoridos, todo está tirado por el suelo, las cajas abiertas,
cubierto de polvo, telarañas , un enjambre incomprensible de cosas.
Lo que está más cerca de mis pies es la canasta que usamos cuando nació Sofía, me agacho y la abro.
¡¡ OH NO!! ¿Justo esto tenía que estar aquí? arriba de todo? ¿¿Como esperándome??

Es el cartel que escribió Ivana para cuando le regalamos el sillón a Vicky,
nuestro último regalo a nuestra hija... aún con el moño puesto.

Trago saliva, aprieto los dientes, respiro hondo, respiro hondo otra vez.
Pronto serán cinco años que Vicky murió, y acá está el cartel con el moño como si lo hubiera guardado ayer,
¡Dios mío!...¿¿qué hago con esto??
Vuelvo a meterlo en la canasta...

Me voy al fondo de la casa.

Está la planta de tuna, mide como 3 metros ya, y pensar que hace unos años planté media hoja de tuna...
qué enorme se vino.
Solo faltan las macetitas, las otras están todas, el aloe, el “floripón”, el níspero, todos plantados por mí,
cuidados por mí tanto tiempo, el mandarino...éste no, éste es una reliquia del tiempo en que el terreno era de mi abuelo y acá estaba el gallinero, este árbol es más viejo que yo y sigue dando una fruta excelente.

De repente el tiempo vuelve atrás y veo a mis hijas trepadas en él, me veo a mí misma trepada en él...

Recuerdos, recuerdos, recuerdos, se agolpan en mi mente corriendo vertiginosos.

Imposible describirlos, imposible contar con palabras, son una sucesión de imágenes diversas,
de distintos tiempos, y entonces...
se me cierra el pecho, se me cierra la garganta...no puedo respirar, estoy sola.

¡¡¡ Ayuda!!!

¡Respirá entúpida, respirá! Esto no es tuyo, ya nada es tuyo,
solo tienes los recuerdos y los recuerdos te están matando.

Traspiré toda, pero respiro, estoy viva.
Voy hacia el galpón, agarro mis cosas, me sacudo la tierra de la ropa,
cierro la puerta de golpe y meto el candado.

¡Basta! No puedo. Me voy.

¡¡ Que alguien venga con una topadora!!¡¡Que le prendan fuego a todo!!

El pasado es sólo una herida que duele cada vez que la toco, y no sirve para nada.

Yo decidí hace tiempo dejar cicatrizar la herida.

Sólo el presente cuenta, el pasado ya fue, el futuro no existe.

¿ O sí?

No me interesa.

¡Chau pasado!

¡ Adiós casa!

Ya no me perteneces.

¿Ves?¡Bajé la persiana!

Y ni una lágrima ha vuelto a rodar en mi mejilla...

Autor: Griselda Buscaglia(Italia)

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