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Comenzaba la mañana primaveral en un poblado barrio de aquella ciudad.
Aseó la vereda con lentitud, mientras le trajeron los diarios para vender.
Luego, llegó Carlitos, el de la venta de cigarrillos y Polo, el de los emparedados. Tomás, bajaba el pedido de pan y de confites, cuando pasó Paulita, con ese andar exuberante…propio de una joven adolescente…
Su sonrisa se chocó con la de él, a quien la escoba, se le fue al piso, cuando la vio…

-Hola, susurró la niña… al tiempo que Pablo derretía su mejor sonrisa.

Ella siguió su paso mientras él murmuraba para sus adentros, sobre cuándo caería entre sus garras…

-¡Qué cuerpo! Añadió a sus pensamientos, al tiempo que sonaba el teléfono.

- ¡Hola, mi amor!, no sabes cuánto te he extrañado… Sí, estoy en el negocio… en todo caso después te llamo…Tendré un día muy ocupado.
Siguió con el barrido de la vereda frente del kiosco, alternando con el acomodado prolijo de los diarios.

- Entre gente que pedía una cosa u otra, pensó: “Necesito dinero para llevar a Sandra a bailar…Si no, pronto, otro diente caerá sobre ella; antes que el mío… ¿Cuándo me pagará el estúpido de Pérez? Hemos llegado a fin de mes y ni noticias del sueldo…Tengo tantos compromisos…Sí…de faldas…Todas me interesan; no me quiero perder ninguna”.

- Sí; señor, ¿cuáles caramelos?

Nuevamente el teléfono se hizo oír.
- Sí? ...¡Hola, querida! Sí, sabía que Carlitos estaba con fiebre, pero aún no he cobrado. Arregla como puedas; no puedo comprar ningún medicamento…Sí…cuando pueda lo voy a ir a ver…

- ¡Otra vez pasa Paulita! ¡Me tiene loco esta mujercita!

- Sí señora, ¿cuál diario le vendo?

La campanilla volvió a sonar

-¡Hola…hermosa! ¡Qué maravilla oír su voz! ¡Sí! Veremos si este viernes puedo dejar la gerencia un rato…Sí, demasiados compromisos de negocios… ¡Claro que iremos a cenar! ¡Al mejor Restaurante! ¡Como usted se lo merece!....
(A esta viejita, le voy a sacar… y mucho…Sí…)

- Sí muchacho, ¿qué chocolate?
- Y usted: ¿Un emparedado? ¡Otro llamado! Perdón; voy a atender.

- ¡Hola…ah…Mirian! …bueno, no sé… Que hayas tenido una falta, a mí no me dice nada…No debo ser el único que ha dormido contigo en el último tiempo…No; no quiero discutir…Estoy muy ocupado; después te llamo…
(Las mujeres con el cuento del embarazo, ya me tienen harto. Como si me importaran algo, todos los embarazos juntos…sí)

- Sí. Don Pedro, a las 12. cierro media hora, para comer algo. Véngase después; voy a ver, si se lo puedo conseguir…

- Ah…Paulita…me trastoca… ¿cuántos años tiene?: 17…
- ¿Yo? Mejor no le digo, más del doble… Pero a usted puede gustarle…
- Ah, esos caramelos… ¿Quiere?…
- Sí; no me debe nada…Para usted: Todos… ¡Todo lo que quiera! ¡Dé otra vueltita a la tarde!
- ¡El corazón aquí…!
- ¡Voy a atender el teléfono!

- ¡Hola, querida! Te dije que sentía que Carlitos estuviera enfermo… ¿Para qué me casé contigo? Bueno, acepto que fue un error, cuántas veces te lo he repetido… Cuando pueda iré a verlo…Dile que lo extraño, que lo quiero mucho. ¿Sí? Dile lo que quieras… Estoy muy ocupado; déjame tranquilo…

- Sí; Don Pedro. Aquí, lo tiene. Son 10.
- ¿Otra golosina, chico?
- ¡No te cuelgues del aparador…! Eh tú…
- ¿Un confite?
- Perdón; atenderé la llamada…

- ¡Hola mi amor! ¡Qué alegría oír tu voz nuevamente! Sí, estoy al lado del teléfono porque la agenda de clientes de hoy; es muy importante…Ah…la empresa South y Nimbus. Mañana tendré que viajar a Madrid y el martes…reunión de directorio… A fin de la semana que viene. ¡OK! ¡Claro, que quiero salir contigo!

- ¿Cuántos atados quiere?

- Sí;
- Sí;
Sí;

- Sí; empezó la llovizna propia de este tiempo, ya estoy por cerrar. Venga mañana y le traeré su pedido.


Sentado, en el cordón de la vereda, mientras espera un ómnibus con horario retrasado, mira atentamente su reloj. Desprende las gotas de agua, que tímidamente bajan por su gabán y bosteza.
Ahora, piensa en regresar a la piecita de la pensión que alquila en el suburbio, para descansar, después de un ajetreado día.
Se entretiene mientras espera, mirando un partido de fútbol a través de la vidriera, en el televisor de un bar.
Quien le ve, canturreando y ovacionando al potencial ganador del partido que observa, deduce, que este hombre, no tiene ningún problema por resolver. Así también lo entiende él mismo; mientras disfruta el programa televisivo…

Graciela María Casartelli.
Unquillo, Córdoba, Argentina, octubre de 2004.

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