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Aquel prado verde…

 

Entrevista con la artista plástica Amanda Avaro (Argentina).

 

 

 

 

Una casa en la loma, donde nació y transcurrió su niñez, entorno de paisaje en llanura de “Elena”,
cerca de Río Cuarto (Provincia de Córdoba, Argentina), marcó la existencia de Amanda, esta
enigmática pintora y docente de quien nos ocupamos este mes.


Nacida en mayo de 1958, comenzó a pintar paisajes desde que tiene uso de razón y también rostros,
tratando de procurar “vida” en lo que expresa: “Pinto un cuadro y es como si estuviera vivo…”

Estudió en un Colegio Católico de Hermanas donde estuvo interna, hasta que obtuvo, siendo
adolescente, una beca a los Estados Unidos; hecho que significó un hito de liberación y apertura
desde una vida casi monacal, como la que había llevado.

De regreso, culminó el secundario y estudió pintura en una localidad cercana a la suya
natal y luego, se trasladó a Córdoba Capital donde estudió Profesorado de Inglés en la Universidad,
a la vez que trabajada en diferentes lugares, entre ellos la Central Atómica de Embalse de Río
Tercero y una Clínica de hemodiálisis.

Una crisis existencial que duró diez años, entre el final de su juventud y la transición
a la adultez, determinó el abandono del arte y el cese de lo que denominó la “búsqueda de
las cosas de afuera, que se obtiene a partir de las demás personas” y comenzó a buscar dentro
de sí misma… “Ahora busco, sin buscar…”

El regreso a la pintura, siendo ya mamá de dos hijos, ha implicado un “volver a ser” de
manera diferente: “un secreto no es lo que no se dice, es aquello para lo cual no existen
palabras que permitan expresarlo”

Se brinda a los demás a través de la docencia y “el estar con los chicos, me ha permitido,
sembrar mucho más…”

A través de la entrevista, me pregunté varias veces: ¿Dónde estás, Amanda? ¿Dónde transcurre
tu ser esencial?

Quizás, en el silencio de la espera. Esa espera que no es una expectativa vacía, sino la verdad
interior de alcanzar su meta. Sólo esta verdad interior otorga la luminosidad que lleva al éxito.
Finalmente, la tenacidad permite disfrutar en el camino, la luz al que éste nos conduce, previamente…
Entonces, los obstáculos para llegar, con la implicancia del peligro en ciernes, no amedrenta; pues
la promesa del arribo, es más fuerte.

En este final feliz, está el destino que se cumplirá por sí mismo, aquél que Amanda esperaba, cuando
era pequeña.

Cuando en aquella llanura, desistió subir los peldaños al cielo que imaginaba, pues debía
convertirse en mujer y madre y prodigarnos su fascinante misterio:

“Somos un envoltorio de una esencia que transciende a lo que es; sueños, para los cuales, las cobijas,
comienzan a pesar mucho”

”Nos relacionamos mediante ese envoltorio; la gente se pone en contacto a través de los huesos y de
la carne y nos miran a partir de ellos y las circunstancias que confluyen en fijarnos un lugar.

Desde él, nos ayudamos o nos atacamos; es un aleatorio, pero lo cierto es que todos estamos en
el mismo bote; por eso, creo en la amistad”

Esta serena donación que nos brinda, que se vislumbra tranquila y clara, es la que nos
trasmite en sus obras.

En el mensaje, se decantan los conceptos acerca de lo recto para que alimentemos nuestras
vidas: Quienes no seamos capaces de cosechar en ellas, sólo actuaremos en desparramo.

 

E-mail: avaro_amanda@hotmail.com

 

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