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Cuerdas de sol

 

Entrevista con Pablo Izurieta

 

 

“En este momento me encuentro fundamentalmente abocado al trabajo sobre la música argentina porque
creo que es el único campo que, por proximidad, historia y afinidad, puedo llegar a conocer profundamente.
Así mi repertorio se ha ido poblando de obras de artistas argentinos contemporáneos que componen
inspirados en el venero de nuestra música popular. Entre ellos puedo mencionar a Carlos Moscardini,
Ernesto Méndez, Marcelo Coronel, Diego Castro, Eduardo Timpanaro y el maestro Juan Falú.
La cercanía o amistad con muchos de ellos es otro factor que contribuye a enriquecer mi trabajo
y que valoro en grado sumo.
El otro costado de mi labor lo constituye hoy la música de cámara, de la que disfruto enormemente
y en la que me estoy perfeccionando en la Universidad de Lanús, Buenos Aires, con excelentes profesores.”


Así nos habla de su momento actual, Pablo Izurieta…


Conciso y con objetivos manifiestos, obliga a la meta sin dilaciones. Sabe que sólo el perfeccionamiento constante,
le permitirá un progreso claro y que el único camino seguro es el que se construye con arrojo.

“La música ha sido para mí un medio para mejorarme, me ha disciplinado y enseñado a ser paciente, así como luego de cada pequeño paso, sacar mis propias conclusiones sobre el arte musical en particular, el arte
en general y sobre mí mismo y la vida, y considero que eso no tiene precio.
Creo sólo en el trabajo que da alegría y ésta me resulta una actividad interesante.
Haciendo música uno puede sentirse actor, dibujante y hasta bailarín. Una vez un maestro me dijo que
uno tiene el sonido que es capaz de imaginar ....; otro maestro, Daniel Baremboin, dice que el piano es el instrumento de la ilusión, lo que implica el desafío de convertir aquel mecanismo de martillos, cuerdas
y felpa en una orquesta que atesore todos los timbres de la misma.
Sostengo que todos los instrumentos nos presentan este desafío; para sortearlo el intérprete debe
usar su imaginación y lograr, mediante un trabajo paciente, reproducir emociones y sensaciones diversas…
casi como el mimo que construye un mundo con la sola herramienta de la sugestión”.

“Siempre pienso que afortunadamente el arte se sigue enseñando de la misma manera desde hace siglos y principalmente consiste en el contacto personal con los maestros. Observándolos, escuchándolos,
hablando con ellos aprendemos lo que necesitamos saber, al menos para comenzar a andar.
Luego vienen los intentos de realizar nuestro propio camino; donde cada decisión es importante: con quien
nos asociamos, donde abrevamos, qué descartamos, qué atesoramos, qué defendemos, cuáles son las cosas
que no estamos dispuestos a negociar, serán los pilares que sostendrán nuestro arte.

En definitiva un maestro es alguien que nos ofrece una visión del arte que está unida a una idea de ética. Por
eso considero que un músico no solo aprende de los pares sino también de la obra de los escritores,
de los pintores, de los pensadores, de las señales que nos ofrece la vida a cada paso y de todo aquello en
donde subyace la ética como meta ultima de las ambiciones humanas verdaderas. Pienso que el arte debe servir
a los mismos fines de la ética y que ninguna acción en pos del arte se justifica si se opone a los principios éticos.
Prefiero a los maestros “facilitadores”, que son los que nos enseñan un camino y nos alientan a recorrerlo estimulando nuestras propias armas, las innatas y las adquiridas; por el contrario rechazo a aquellos que ponen
las metas en un punto aparentemente inalcanzable como si esta fuera una actividad solo para elegidos; y los elegidos, y a su vez los que eligen, son ellos. Detesto cuando el arte se asocia con alguna forma de poder; esto ha producido obras monstruosas además de provocar mucho sufrimiento.
Como profesor trato de no imponer al alumno mis propias metas. Intento presentarle una propuesta de método
(del griego methodos: camino) que sea compatible con sus posibilidades y aspiraciones...”

 

“No tengo el miedo de muchos colegas a emitir y recibir críticas. Por otra parte lamento que estemos tan lejos
de aquellas épocas de polémicas por cuestiones artísticas que muchas veces alcanzaban los medios públicos y en
las que los artistas tomaban una posición que resumía su compromiso estético e ideológico; y digo
lamentablemente porque este ejercicio es sumamente revitalizador de la actividad, entre otras cosas porque
no responde a otros intereses que las convicciones personales y porque permite establecer puntos de referencia definidos y valientes, los cuales son claves en la formación de las nuevas generaciones de artistas.”

“Me ha costado mucho tiempo llegar a sentir al escenario como lo que representa: un momento único, un paréntesis en donde
el tiempo no cuenta o corre de distinta manera que en la vida ordinaria (pienso en aquellos “momentos de eternidad”, de los que hablaba el pianista polaco Arthur Rubinstein).
Es imposible predecir lo que ocurrirá allá arriba.
Es cierto que si uno está bien preparado y ha tenido un buen día las posibilidades de que el concierto sea bueno son mayores pero en definitiva, y por más control de nosotros mismos y de la situación que creamos tener, hay un enorme porcentaje de la situación que se nos escapa; como dijo el tenor italiano Beniamino Gigli -en el hotel estoy bien, voy al teatro y canto mal; otras veces en el hotel estoy mal y en el teatro canto bien-”.

“Si bien es cierto que la música es fugaz y dura hasta que el sonido se extingue, pienso a la obra del músico
como una materia en constante modelación, donde el tiempo de maduración hace su trabajo junto con la
evolución de los recursos del intérprete; al lado de las perennes obras plásticas, nosotros tenemos la posibilidad
de crecer junto con nuestro repertorio, de tocar siempre mejor lo que ya hemos tocado”.

“Cuando pienso en el público lo hago de la manera más generosa de que soy capaz: una vez en el escenariome brindo por entero y trato de ofrecer al público cosas interesantes todo el tiempo sin esperar nada a cambio. Cuando la entrega es plena, la energía del público llega al intérprete; es allí donde se construye algo que
puede ser efímero o memorable, pero que siempre es intenso.”


“Creo en el legado de los artistas que maduran su obra a lo largo del tiempo, con sinceridad, con obstinación;
creo en la obra que reúne y condensa los trabajos, las vivencias, los dolores de una vida en una o dos ideas importantes expresadas en clave artística .Pienso en Atahualpa y su amor a la tierra, en Piazzolla …
Por otra parte no me fío de los que construyen su obra respaldados solamente por la voluntad y la ansiedad buscando la “novedad” o la “vigencia”. Yupanqui no permanece vigente porque una banda de rock
ponga música a una letra suya; lo es, y creo que lo será siempre, por la fuerza y autoridad de su propia voz.
Cuando imagino mi concierto ideal lo hago cada vez más alejado de la idea de tocar la mayor cantidad de
notas posibles; me interesa en cambio trabajar en la construcción de una visión, de un mensaje que aúne
mis preocupaciones permanentes con mi deseo de belleza y poder transmitir eso al público en
aquella “comunión” de la que hablaba el gran Casals.”

Y así nos deja este joven, que ha profundizado lo que hace y busca; no conformándose con quedar en
los primeros peldaños de un conocimiento, sino día a día, distinguir otros nuevos, que se constituyen
en nuevos desafíos a conquistar.

Le gusta proyectarse en la gente y en el tiempo y nos deja vislumbrar su existencia como un todo
acabado y armónico.
Quizás la forma más certera de describirlo, es a través del tema "Laurel" de Juan Falú, que emana alegría
y fuerza y se expresa en cálido ritmo, como un canto optimista a la vida.

Otros temas pueden oírse en http://www.seiscuerdas.com/castro-izurieta/audio___midi.htm

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