La cornisa

 

Autor: Sergio Rafael Páez (Argentina)

 

 

Dos estrellas

 

Ha querido el cielo en este día compensarme con inmensa dicha y doblemente, las viejas desilusiones que me traían el ánimo entristecido y me obligaban a andar por la vida con pasos taciturnos.

Todos cuantos me vieron a los ojos antes de hoy, adivinaron sin duda, una parte de esa profunda melancolía que me tenía preso y de quien yo creía ser eterno rendido.

Ahora yo la miro desde lejos y la desprecio en mi alma por el mal que me hizo y porque muchas veces me empujó al amargo llanto...

Dos luminosas estrellas, felices astros del azul infinito, me abrigaron y me prodigaron la divina luz de su cariño en este día que he de guardar para siempre como un grato recuerdo en lo más íntimo de este corazón enamoradizo y sensible.


Ellas, aunque por breve espacio, han sido sólo mías y con eso suficiente ¿Quién, al fin, desearía más de lo que me ha tocado?
¿Quién, ambicioso (si no insensato), se atrevería a reclamar del destino mejor fortuna? Dos estrellas preciosas, descendidas del firmamento
para mí, estuvieron a mi lado este día. Mientras duró el milagro, mientras yo fui el elegido de éstas diosas de la luz (puedo jurarlo) el resto
del mundo se vistió de sombrías tinieblas y hubo miedo en las gentes, pero sobre todo, muchos me envidiaron.

La primera estrella llegó envuelta en ardiente resplandor. De rojo fuego, rojo encendido, vestida de incendios celestiales.
Sus cabellos ondulaban en la brisa de la mañana como acariciados por una mano invisible ¿Cómo ocultarlo? Su presencia súbita
me turbó los sentidos y me puso inquieto el espíritu. Al acercarse este sol encantador me quemaba en los ojos el despiadado embrujo
de su hermosura... Así se me pasó la mañana contemplando a la bella estrella de quien, ya cautivo, no hago más que andar errante
con el alma extraviada en la locura y mi pensamiento ausente. ¿Quién me creerá que la tuve sólo para mí en la dulce intimidad de
un aula? Sin embargo es la verdad. No hay engaño en lo que digo. Luego ella me regaló las más románticas melodías y yo me
perdí para siempre en su voz de ángel, en su imagen tierna. Enseguida acabó todo. Bien pronto se terminó el sueño, pero ya no me
fue posible volver en mí después de eso. Tan sólo quedan de aquel incendio en que me consumí, unas cuantas cenizas felices.
No hubo besos cálidos (aunque sí deseos) ni otros sobresaltos sensuales. La estrella volvió a su cielo, a su lugar lejano. No me dio
esperanzas de aventuras nuevas ni me incitó al delirio de inciertas ilusiones. Sólo fue felicidad de un día. Sin embargo, me gusta
pensar ahora que se repetirá con frecuencia. Así es este designio inevitable. Sólo tengo las palabras y los versos para trazar los candores,
para retratar las linduras. Todas mis virtudes no alcanzan para ganarme las estrellas que tanto quisiera yo. Alguna vez- como me ha sucedido
este día- se me acercan espléndidos soles y me rondan con insistencia como seduciéndome graciosamente. Y yo- ¡Ay de mí!- caigo una y
otra vez en el terrible juego de la confusión, pues las más de las veces no me es lícito poner en ellas mis anhelos o fantasías, y sólo me veo
favorecido en tales relaciones con dones de amistad sincera. ¿Dónde andará la más indicada? ¿Quién será (si es que existe) la estrella que
caerá rendida a mis pies, locamente enamorada de todos mis encantos? ¿Para quién, finalmente, compondré mis historias de amor
apasionado y mis poemas? Mientras, sólo dos caminos hay para soportar la vida: o aceptar la soledad siniestra de las horas vacías,
del tiempo mudo (eternizado en la espera), de la puerta callada, del silencio en la línea telefónica, del sendero virgen que llega hasta
donde estoy yo, atrapado en la desolación más oscura, o sostener cuantas veces sea necesario (hasta que la condena acabe) el estandarte
de la amistad pura, ocultando el sentimiento y las lágrimas. Al partir la estrella me sentí asaltado por los vahos nostálgicos de quien se
queda prendido a la magia y al misterio de lo inefable. Bajo la incipiente lluvia que, en goterones pesados, anticipaba el torrencial diluvio,
caminé por diversos senderos para ir al encuentro del sol más bello que amaneció a mi vida. Llegué al lugar indicado y con tiempo de sobra,
entre alegre y triste, me dispuse a esperar a la que pronto llegaría con mi salvación y consuelo. No sé cuántas horas estuve allí, sentado
en las escalinatas de mármol, pensando y recitando - tal vez- en silencio los romances que me parecían estar hechos a la medida de mis
desvaríos. De buena gana, allí mismo me hubiese arrancado este corazón torpe que se entrega todo, aun cuando sabe cierto que no tiene
esperanzas de ser correspondido, que muchas veces decide ser pródigo equivocadamente y vive derrochando su incondicional afecto
en almas mezquinas, incapaces de brindar su amor o falsas, traicioneras de las fidelidades. En estos desvaríos me encontraba yo cuando
noté que se había hecho tarde. Me quedé sentado todavía un poco más y escuché con atención (aunque ajeno por estar pensando
siempre en la estrella que me había visitado en la mañana) las horas cátedra que transcurrían, eruditas, en torno a mí.

Miles de estudiantes universitarios iban y venían atravesando parques extensos de abundante verde, cruzando calles angostas o
amplias avenidas. Y me preguntaba, al verme retratado también en esa estampa de ensueño, qué locura me habría infundido un tan
desatinado anhelo...
Y estando así, abandonado a las canciones y a los suspiros lastimeros, sintiendo (pero no creyéndomelo) que en el morir, mientras me hallaba
más cerca del fin, más lleno de vida estaba, me iluminó de pronto una voz como de ángel que cantaba divinos sones en notas suaves de cuidada
armonía. Entonces fue como ver nacer el pleno día en la hora del crepúsculo, al atardecer... y corrí para estrecharme en los brazos de este
dulce lucero vespertino. La travesía que luego realizamos juntos fue muy hermosa y, aunque es digna de narrarse, me la guardaré
celosamente al menos esta vez ¿Cómo no iba a ser así si ella me conducía y me llevaba de la mano? Ella es quien lleva los justos
títulos de musa, hada madrina y reina. Todos ellos, aunque dicen mucho y le han sido atribuidos por claros entendimientos, no alcanzan
para describirla tal como es. No quiero pintar aquí su excelsa figura pues ni es tarea para mi torpe ingenio ni motivo (por lo sublime)
para mi rústica prosa. En cambio voy a contar cómo, habiendo pasado el resto del día en su compañía, logré vencer la desmedida
obsesión y tuve paz...
Luego han vuelto el sentimiento confuso y la angustia, inevitables para mí en este tiempo. Sin embargo, por mucho que dure la herida
o la pena de este ciego amor de quien, nuevamente me veo esclavo, me regocijo en él tanto cuanto más puedo.
Dos estrellas luminosas, dos primores, verdaderas diosas, mis amores son (aunque provienen de muy distinto cielo).
Una es sol que me hace arder en voraces incendios de los cuales, consumido, apenas unas míseras cenizas (aunque felices) quedan de mí, tan
solo, después de haber estado con ella.

Esta estrella es, a mi pesar, incierta en mis días.
Todo cuanto veo y descubro en ella me mueve a que la ame y me precipite en el tormento de una pasión loca; sin embargo su
amor es cosa difícil de conseguir, su voluntad casi invencible;.

La otra es sol cándido en quien siempre hallaré refugio mientras viva.
Es el mismo amor sin condiciones encarnado en la mujer más linda que yo haya conocido. Ella no hace sufrir sino que trae paz y
alivio a las almas sufridas. Ella hace arder en incendios que, cálidos, no consumen sino que dan nuevos alientos... Al final muchas estrellas
serán breves, como pálidos destellos que se muestran y desaparecen al instante. Ella, en cambio, cuando todas se hayan ido, seguirá a mi lado,
cariñosa, amándome sin medida... y yo, que andaré mis años a la deriva, que viviré de un lado a otro, apostando siempre a los sueños y
buscando hallar la felicidad alguna vez, sabré después (como hoy lo sé) que a la ansiada dicha la encontré antes, al conocerla a ella.

Ahora es tarde y ya las musas me dejan entregado al quieto reposo
De las dos estrellas quiero una y otra.
Tal vez vendrán ellas cuando mis párpados estén adormecidos a besarme en la frente y luego el descanso lisonjero me abrazará
hasta que regrese la aurora.
..

Sergio R. Paez

 

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Noche eterna

¡¡¡Ay!!! ¡¡¡Qué herida funesta para el corazón sensible!!!

¿Qué es este dolor que me oprime el pecho, este gran pesar, esta honda aflicción?

He sido bueno, he sido paciente, servicial y amoroso.

He sido amigo para escuchar, para brindar consuelo, para compartir

¿Qué puedo hacer ahora?

Quedarme con este dolor sufriente, ahogarlo en las notas de una canción desesperada, callarlo para

siempre, claro, pues es propio de las almas sumisas, de las almas buenas, el sufrirlo todo en silencio

¿A quién iré con mis quejas amargas?

Mi amigo, el filósofo, duerme por las noches al abrigo de una paz envidiable, sueña con campos cubiertos de flores multicolores, con arroyos que
corren cristalinos entre las piedras.

Cuando al amanecer, los rayos del sol, a través de los cristales de la ventana lo traen de vuelta al mundo de los vivos, halla reposo en sus
pensamientos a pesar de todo.
Él sabe que todo está en orden por primera vez desde que tuvo que abandonar la ciudad.
Ha dejado a una buena persona, alguien de confianza, y por un precio modesto, para que se ocupe de la casa hasta que él mismo pueda
regresar para resolver el asunto de la venta.
El compromiso quedó establecido “ los envíos van a ser puntuales, lo único que te pido es que me mantengas informado de los impuestos
y las demás cosas”
¿Cómo se puede entender entonces que haya tomado el amigo, el partido del cruel Pilatos que no tuvo valor para defender al Cristo
y lo entregó para ser crucificado, al tiempo que humedecía sus ásperas, sus rústicas manos, buscando la impunidad?
Librarme a mi suerte ha sido la sentencia de su última palabra. Yo me he sentido perderme, así como el que ha sido vencido porque,
siendo bueno por naturaleza, so se atrevió a hacer uso de las armas ¿a quién acudiré con mis reclamos?
¿Quién se hará cargo de esta muerte mía, prematura? El otro, el mediador, es modelo de virtud pero es a la vez persona
lo mismo que yo, y al ser humano corresponden los errores...también los olvidos...
Sin embargo callaré porque a este amigo, que sólo es mediador, no le cabe culpa de su comedimiento
¿Quién será entonces el culpable de los días perdidos en que taciturno, igual que una sombra, anduve por las calles como un loco?
¿Cómo conseguiré el olvido de la persecución que me puso en fuga cuando los acreedores intolerantes se lanzaron a darme caza?
¿Quién me devolverá el tiempo de angustia que me hizo tanto daño? ¿Acaso resistiré? ¿Tendré fuerzas para resistir el despiadado
ardor de la herida sangrante?
Nadie.
Nada.
Eso es asunto del correo, del amigo filósofo que prefiere hacer sus llamadas telefónicas
a su amigo, el mediador (viejo conocido de los años de estudiantes en que cursaban la carrera de filosofía), desde la distancia que nos
separa (que es suficiente para causar desencuentros y malentendidos) para avisarle cuando ya ha enviado mi pago mensual a su cuenta
(porque yo no poseo una), del mediador que, inmerso en el transcurso de su propia existencia, vela ante todo por su familia y luego por sí mismo
y por sus intereses particulares (sin embargo yo no puedo decir que éste no sea un excelente amigo a pesar de todo)
De nadie es la culpa “Imponderables” ha dicho él después, para disculparse por haber expresado a través de la palabra
inconsciente (no las propias de un intelectual), lo que no quiso ni debió decir, cuando le hice saber, dos semanas más tarde,
que todavía no había recibido el dinero.
Así es como sucedió.
Dos semanas esperé con incontenible ansiedad, la llegada de un dinero que me había ganado con mucho esfuerzo y dedicación responsable.
Alcé la voz para exigir lo que creí muy justo y...
¿Qué es esta espesa niebla que oculta la faz del cruel que me ha atravesado el alma
con su destrucción devastadora?
Yazgo entre lágrimas, desolado
¿De quién es el cuchillo carnicero que ha buscado, asesino, el corazón
para arrancarle la vida? ¡Qué horror! ¡¡Cuánto silencio!!
¿Acaso he sido yo mismo el causante de mi desdicha? ¿Ha sido mío el descuido
cuando lo único que hice fue esperar que alguien se dignara hacerme una breve llamada para comunicarme lo que era preciso, por no
causar a otros molestias inoportunas?
Tomé las armas para defenderme, pero algún encantador, genio o mago perverso de los muchos
que pretendían el mal para Don Quijote, con su industria cambió los rostros de mis enemigos que se transformaron en los de mis amados
(libres de toda culpa)
Mis armas cayeron al campo y se desvanecieron.
Y ahora siento que voy hacia el polvo, acometido violentamente.
Ya no están los fantasmas, artífices de este oscuro designio mío.
El campo está desierto. Sólo esta espesa niebla que lo cubre todo.
Sólo yo que voy hacia el polvo.
Las tinieblas cierran mis ojos y empieza la noche eterna...

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Reseña curricular del autor:

Tercer premio en el primer concurso literario regional Letras de la Aldea en el género cuento dirigido a jóvenes estudiantes del
ámbito del Departamento Colón, provincia de Córdoba- Argentina. Obra premiada: La vida por un piano. 18 de diciembre de 2000.

Obtención del título Key English Test de 1° nivel, en el examen Internacional de la Universidad de Cambridge. Año 2001.

Finalista en el Concurso Nacional “Mi Espacio Literario” de Poesía y Narrativa promovido por el sello editorial Línea Abierta
Editores, siendo seleccionado para integrar la correspondiente antología de dicho concurso. 11 de abril de 2003.

Segunda mención en el XV concurso nacional y I internacional de Poesía y cuento Génesis promovido por el Grupo Literario
Unquillo. Género cuento. Obra premiada: Para que creas en los ángeles de alas azules. 30 de octubre de 2003.

Participación en el acto sobre Leopoldo Lugones promovido por el Grupo Litarario Unquillo, en calidad de “músico invitado”.
18 de julio de 2004

Participación en calidad de expositor del Coloquio Memoria Cultural Europa y América desde una perspectiva comparatística
e interdisciplinaria, organizado por las Cátedras de Literatura y cultura y la secretaría de extensión de la Facultad de Lenguas,
en colaboración con la Embajada de Francia, el Instituto Italiano de Cultura y el Consulado General de Italia, y presentado en el
marco del proyecto ACUME. Trabajo presentado: “En las pistas del arresto” (análisis de la novela “El arresto” de Perla Suez)
20 y 21 de agosto de 2004

Finalista en el Concurso Internacional “Párrafos sin límites” de Poesía y Narrativa promovido por el sello editorial Línea Abierta Editores, siendo seleccionado para integrar la correspondiente antología de dicho concurso. 27 de agosto de 2004.

Participación en los carnavales Infantiles de Mendiolaza en calidad de Músico Invitado. Carnavales 2005


Participación activa en el equipo de investigación dirigido por la Profesora Angelina Otero que trabajó en el proyecto Cicerón, Pro M. Marcello Oratio. Introducción, versión y notas. 5 de junio de 2006.

Estudiante de 3° y 4° año del Profesorado en Lengua y Literatura Castellana. U. N. C. Y de 2° año de la Trayectoria Artística Profesional orientada al instrumento: Piano. Conservatorio Provincial Felix T. Garzón

T.E(054) 03543-489698

(1) La musicalización de este espacio es de
http://www.fortunecity.com/tinpan/lennon/193/miditeca.htm


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