Volver

Callamos las expresiones concientes de nuestras emociones más profundas y arraigadas en la personalidad. Ellas nos nutren en forma silenciada y en penumbras, por lo que muy difícilmente podamos reconocerlas.
El siguiente es un relato basado en una historia de la vida real. Se han cambiado los nombres y situaciones a fin de proteger la identidad de los protagonistas.

Revelación

 

 

-Hace quince días, mi único hijo varón, de 29 años de edad, realizando una tarea propia de su trabajo, murió…¡¡¡Sí!!! ¡¡¡ Murió!!!...

Era mi amor. Ese ser en el cual uno deposita su sentir más profundo; flaquezas, orgullos…
¡Ay Dios mío! Y se fue: ¿Comprende usted?
Siento que no me queda nada… ¡¡¡Nada!!!

¡Sí!, no dudo usted me comprende, pues junto a mis lágrimas, también las veo en sus ojos y siento que no estoy tan sola. Pero, por favor dígame: ¿Porqué a mí? ¿Porqué se fue el ser que más he amado en este mundo? ¿Cree que tiene sentido continuar viviendo?
…….

Alicia es mamá de Rafael y de Amanda. Ambos son sus grandes compañeros de vida; mientras su esposo y padre de estos jóvenes, “don Juan” o “el viejo Juan” como lo conoce todo el pueblo, se muestra habitualmente ante su familia en tono agresivo. Permanentemente se queja por todo... No obstante, “los muchachos” del lugar, lo eligen como “compañero de copas”, mientras comparten extensas charlas de madrugada, sobre entretenidas andanzas “de la noche” y “de mujeres”.
Amanda, desde que falleció Rafael, se ha instalado en la casa de sus padres, con su hijita de cinco años y Carlos su compañero. Ante la desgracia, dejaron la vivienda que alquilaban y ella tomó esa decisión, temerosa de las consecuencias que pudieran derivar en este entorno familiar. Ambos padres se inculpan el uno al otro sin asidero y ella, ya no tiene lágrimas para enjugar.

Juan es contratista de obras de construcción y le derivaba a su hijo la ejecución de los pozos sépticos. Rafael tomaba estos trabajos con un socio. Bajaban a los pozos con sogas mientras iban cavando, turnándose por ratos; dado que el trabajo en profundidad tiene tiempos de tolerancia para cualquier persona. La presión, el estar “colgado” y la falta de oxígeno, son en extremos limitantes. Con este medio bajaban hasta una cantidad de metros, mientras contaban con resistencia física…esta vez debieron bajar dos metros más… El ambiente opresivo, fijó que aún extremaran más la tarea y se conminaran a concluir ese mismo día.

Esa mañana, Rafa le había pedido a su padre que le comprara una soga más gruesa para ese trabajo, la cual le abonaría luego…pero aquél, se negó a adquirirla argumentando un precio excesivo. Este hecho supuestamente, habría exacerbado al joven; quien a medio día, negó a alimentarse con la vianda enviada por su madre.

El medio utilizado en ese trabajo para bajar a la cavidad, era extremadamente riesgoso; aumentándose tal condición si las sogas utilizadas eran de escaso grosor.

Lo temido sucedió. Las condiciones ambientales de la hora vespertina determinadas por el calor y el excesivo vapor, aunado a la profundidad, crearon circunstancias asfixiantes mientras Rafa estaba allí abajo. Su socio al darse cuenta que algo le estaba sucediendo, trató de izarlo sin éxito.
Cuando los bomberos llegaron, les pidió bajar él mismo a buscarlo; lo que fue un grave error, pues el sistema establecido no permitió poder sacarlo y el medio se volvió también asfixiante para él. Los socorristas debieron levantarlo primero y luego con otros recursos más adecuados pudieron sacar a Rafa; quien ya había fallecido.

Allí habían llegado su madre y su hermana, que no podían concebir lo sucedido. Las culpas recayeron sobre el padre; quien se había negado a llevarle la soga, que quizás mejoraría las condiciones de movilidad dentro del pozo y luego, sobre el socio de Rafael, que había entrado en tal mutismo, para ellas incomprensible.
. . .
Don Juan optó por quedarse gran parte del día encerrado. Cuando algún familiar se acercaba, comenzaba a gritar y a llorar sin consuelo… Es un hombre obeso, con sobrepeso excesivo, aunado al corazón deficiente…Pero, lejos de seguir los criterios médicos y la medicación prescripta, asestaba permanentemente a las dos mujeres culpándolas por sus propios males.

La desesperación llevaba a ambos padres salidas irascibles de mutuo rencor. Tomaban actitudes extraviadas, como por ejemplo, dormir por separado en los vehículos de la casa, para no compartir el dormitorio; o el tomarse el uno al otro de chivo expiatorio en las discusiones, ante el sufrimiento común.

Una sola actitud feliz, ya conviviendo todos juntos, atribuyeron las mujeres a Don Juan: cuando Carlos, el compañero de Amanda optó según su costumbre, salir a divertirse sin ella los fines de semana, aquél procedió a echarlo de la vivienda. Por otra parte, Carlos no sólo acostumbraba maltratar a Amanda, sino que tenía otra familia simultánea en juego…
Qué cuestiones atarían la muchacha a ese hombre al que decía no amar; pero a quien se sometía con despecho y odio. Tal vez la hijita en común…

Ella estaba planeando trasladarse a la casa que había construido Rafael, pero esperaba se normalizara la relación entre los padres.

Rafael también se había ido hace unos años de la casa paterna, pues la relación con Juan se había vuelto intolerable.

Este hombre, tacaño, agresivo, mal hablado y con cuántos atributos negativos más, había bebido muchos años en exceso y durante escenas de celos furibundos, solía golpear a Alicia en presencia de sus hijos. Actualmente, sólo ocurriría en forma ocasional. Pero, Rafael había preferido construir su hábitat por separado y manteniendo relaciones estrechas con su madre y hermana, no quería permanecer con ellas cuando llegaba su padre.

Todo el grupo disfrutaba de alguna holgura económica, mediante la consecución al trabajo y esmero. Rafael contaba con el hogar propio y un automóvil, que ahora pasarían a pertenecer a su hermana.


. . .

Sí…Alicia soportaba los golpes de su marido con cierto sentimiento de culpabilidad. Le había sido infiel.
Durante varios años había tenido relaciones íntimas con otro hombre, quien era casado a su vez…
Lo extraño es que al quedar viudo, tal hombre le pidió abandonara el hogar que mantenía con Juan y conformaran ambos una pareja; pero por entonces, ella no quiso. A más, decidió dejarlo. Y ahora, sabía que ese hombre estaba unido infelizmente con otra mujer… Pero Rafael no lo quería y ése habría sido el mayor argumento para deshacer la relación.
Será porque los hijos repiten la historia de los padres, que Amanda a su vez, también alternaba con un amante y no había querido dejar a Carlos su compañero, a pesar que también la maltrataba. De la misma manera que con su madre, Rafael no simpatizaba con ninguno de los dos. Sentimiento que se había trasladado a la muchacha…

Alicia y sus dos hijos, tenían en realidad una relación equilibrada si se la quiere ver desde un punto de vista. El triángulo era estrecho y cada uno estaba “enamorado el otro”; todos los demás quedaban fuera… La desaparición de Rafael, rompió esa constelación y las miembros restantes no sabían cómo afrontar las relaciones externas masculinas que les eran hostiles de cualquier forma. Tal vez el negativo Juan, era su único anclaje a tierra.

. . .

La familia compartía elementos comunes en sus historias personales. La madre de Juan, vivía en una zona rural, donde es cotidiano que la mujer sea una bestia de carga común, en los grupos. El recordaba con dolor el hecho que su madre atravesara a pie el campo, acompañada de un hijo que tenía problemas de salud para llevarlo al hospital cercano, mientras eran apurados por el rebenque del padre que iba tras ellos a caballo…

Amanda recordaba al modo de “flashes”, ver a Alicia tirada en el suelo mientras Juan le propinaba puntapiés en el cuerpo…
Alicia, por su parte, tenía muchos hermanos; pero ella era la favorita de su padre. Con gran lamento recordaba cuando era una pequeña a partir de sus 6 años y llegaba del colegio a medio día, era acusada por la madre de cualquier cosa y entonces la obligaba a permanecer parada frente a una pared, hasta la hora de la cena en que llegaba el padre.
Nunca pudo explicarse actitud tan cruel por parte de su progenitora. Ésta, aún con vida, es sustentada por el grupo de hermanos, actualmente, tras fallecer su esposo; pero siempre se mantuvo distante y con actitud de menosprecio hacia esta hija.
Alicia contraponía el dolor por la pérdida de Rafael, un lamento desesperado cuando recordaba los castigos a que era condenada…Sin embargo, ayudaba a su madre económicamente y bajaba la cabeza ante la hosquedad y torpeza de aquélla y se preocupaba al mismo tiempo por la salud de su esposo, mientras sumisa le atendía. ¡Qué gran culpa la abrumaba!
Esa culpa que había permanecido oculta por el cariño y las atenciones que Rafa tenía con ella…Él siempre estaba interesado en el arreglo de su cabello, en su presentación personal y no dudaba en aportar de su dinero para ver a su mamá con la belleza que tanto admiraba…Entre ellos no existían secretos; se preocupaban por efectuar múltiples demostraciones de afecto el uno con el otro…La armonía se terminaba cuando llegaba Juan.

Rafa frecuentaba la casa de sus padres en forma diaria. Tenía “su” sillón para ver televisión, “su” lugar para dejar el encendedor de cigarrillos sobre la cocina y jugaba con las mujeres, por ejemplo, cuando éstas preparaban la salsa para aderezar las comidas, acercándose a la cacerola donde se estaba cocinando y a espaldas de ellas, mojaba pedazos de pan para probar la salsa, mientras aquellas se daban cuenta y lo echaban. Los tres juntos disfrutaban el compartir la vida cotidiana con un diálogo ameno, bromas y chanzas.

. . .

Dos semanas antes que ocurriera la tragedia, Rafa estaba efectuando una reparación que le habían solicitado el Pastor de un “Templo cristiano evangélico”, ubicado en su pueblo. El joven, era apreciado por su círculo de amigos, el club del lugar, donde practicaba deportes…y ahora, tratando a personas de la comunidad religiosa correspondiente al templo.
Fue esa tarde, cuando el Pastor se acercó para observar el trabajo que estaba realizando y era la primera ocasión que Rafa estaba a solas con él. Tímidamente, le preguntó qué debía hacer para llevar una vida cristiana a lo que el hombre le respondió, que solamente seguir a Jesús y creer en El.
-¿Nada más?,
- Por ahora sí. (contestó); ven a las reuniones e irás aprendiendo cómo ser un buen cristiano
- Entonces, yo quiero seguir Jesús.
El Pastor entró a la iglesia por un momento y luego regresó con un pequeño libro.

- Ten, es un Nuevo Testamento, léelo.

El muchacho se llenó de regocijo y a partir de ese día había comenzado a leer el librito…hasta dejó marcado el último versículo que leyó la noche antes de la desgracia.
Este acercamiento a la fe, era el único consuelo que manifestaba tener Alicia… Ella también había emprendido leer el libro que dejó su hijo y en su corazón, una puerta comenzó a abrirse e iluminarse. Eso le hizo pensar que volvería a verle algún día y hasta empezó a sentirlo cerca.

. . .

- Rafa continúa yendo a casa. Lo pude ver entrar y sentarse en su silla para ver televisión…

La semana anterior, las mujeres se habían asustado mucho, pues una ventana colocada en la vivienda, en alto, se había salido del lugar donde estaba entronizada, sin explicación, cayendo al piso y haciéndose pedazos. Ninguna de las dos sufrió daño físico, pero lo sintieron como una clara señal que el muchacho quería comunicarse con ellas.

Amanda había soñado que volvía al lugar del accidente y veía allí a su hermano moribundo, mientras un bombero, sólo se limitaba a mirarlo, sin brindarle asistencia, esperando que falleciera, para recién sacarlo del pozo.
Eso la llevó a mantener entrevistas tanto con los bomberos, como la policía y el servicio médico que lo asistió en aquella oportunidad. Todo estaba “razonablemente” en orden; también sospechaba del compañero de trabajo; pues no había forma de llegar a una comprensión cabal de lo sucedido.
Un sueño posterior la tranquilizó. Rafa le decía que se encontraba bien, en el lugar donde estaba; que siguiera su vida y no lo llorara… ¡Al menos lo había visto nuevamente y sonriendo!

Otras cosas llamativas sucedieron en la vivienda, que interpretaban como presencia del muchacho. Pero lo más impactante, fue cuando nuevamente estaban juntas en la cocina y Amanda preparaba una salsa. Tristemente, pero con expresión de alegría, recordó la “travesura” del joven, cuando abría la cacerola para mojar el pan en la cocción, mientras ellas “lo corrían”…
Dijo:
-ahora no lo puede hacer; mientras una lágrima caía por la mejilla.
De pronto, el encendedor que él tenía en la repisa, saltó sobre la cacerola, desplazando la tapa y cayendo ésta en el suelo, ante la mirada atónita de ambas.
Sintieron la evidencia de que estaba allí… pero: ¿Qué querría decirles?
No podrían resistir mucho tiempo albergando esas sensaciones extrañas que no las conducían a ningún lugar y en cambio, despertaban esa inquietud, de que algo les quería trasmitir.
. . .

Alicia fue sintiéndose fortalecida y comenzó a comprender el mensaje que su hijo querría trasmitirle. Su vida ya no sería la misma. Él deseaba verla radiante…tenía que comenzar de nuevo.
Esa noche, Carlos llegó a la casa exigiendo hablar con Amanda, en tono amenazante.
Alicia lo miró fijamente y le preguntó si también le interesaba ver su pequeña hija. Él le devolvió una sonrisa burlona y extrajo una navaja de entre sus ropas.
La mujer recordó que Rafa le había comprado un revólver para que se sintiera segura y si bien, la había llevado a practicar tiro, ella lo escondió en una parte baja del ropero, pensando que nunca se animaría a usarlo.
Una fuerza interior desconocida la guió hasta el arma en un segundo y al tiempo que el hombre la seguía en la casa con tono de burla, le apuntó sin bajar la mirada y con gesto firme.
- Se va de aquí y no pisa nunca más… Le dijo Alicia calmadamente.
- Usted…qué ha pasado con usted… murmuró Carlos mientras la miraba con los ojos fuera de las órbitas.
- No sé, pero si vuelve, no me importa terminar en la cárcel. He perdido un hijo y no estoy dispuesta a perder otro…por lo menos, en cuanto de mí dependa. ¡No moleste más a mi hija ni a mi nieta!

Como siguiera apuntándole firme, con sus piernas entreabiertas y la mirada fija y a la vez provocativa, el hombre comenzó a dar pasos hacia atrás lentamente con gesto atónito. En unos metros más, optó por correr hacia fuera.
Alicia suspiró, mientras observaba que el arma no estaba cargada. Esa noche, no comentó absolutamente nada a su familia de lo sucedido.

. . .

Juan no salía de su depresión. Estaba casi todo el día encerrado en su dormitorio y no quería saludar ni ver a nadie. En algunos momentos parecía un gato maullando su dolor.

En una oportunidad, Alicia tuvo que llamar al médico de urgencias pues sufrió una descompensación cardiaca y manifestaba querer morir, no aceptando medicamento alguno. Lo acosaba con las pócimas recetadas; pero él optaba no sólo por rechazarlas, sino también inculparla por todos sus males.
Hasta que una noche, quiso repetir antiguos tiempos e intentó propinarle un golpe en el rostro. Entonces fue cuando ella mutó nuevamente la expresión por completo.
Una fuerza inusitada surgió en sus brazos, que lograron frenar en el aire, el amague que el hombre intentaba… Sorprendido y confuso, repitió varias veces:

- Alicia, mujercita, qué ha pasado contigo…

Pero Alicia, no era “Alicia” y una actitud extraña se le había apoderado. Juan
bajó su brazo y con un gesto de alguien que se siente rendido profirió:

- Mi nena, ¿Dónde estás? Te han cambiado…

La mujer respondió:

- Es la última vez. De lo contrario no me verás nunca más…

. . .

Pasados unos días, le llevó algunos alimentos a su madre. La anciana al verla, esbozó el gesto despectivo acostumbrado, expresando:

-Ah… viniste…

Alicia se compadeció de verla sentada en la misma silla, como si el mueble la estuviera inmovilizada y contestó:

- El gusto de verte, mamá… ¿Tienes el mismo gusto que yo?

La mujer calló.

- Te traje harina, azúcar, arroz…
- Está bien… (interrumpió)
- Sabes… quisiera hacerte una pregunta respecto de algo que siempre me ha molestado. Como una duda… Como algo que nunca me he explicado. ¿Por qué cuando era una chiquita me ponías todos los días en penitencia frente a una pared hasta que volvía mi padre? Pasaba muchas horas allí, sin saber el motivo…
- Porque eras muy “alcahuete” de tu padre…
- ¿Cómo? ¿Qué hacía yo?
- Le leías el diario… hablaba sólo contigo…
- ¿Y por eso me castigabas de esa manera?

La anciana apretó los labios y endureció más aún el gesto.

- Sí por eso…

- Madre ¿no pensaste que yo sufría? ¡Con razón cuando a los 12 años me fui con los tíos, a trabajar en la Panadería de ellos y no volví a verlos por mucho tiempo, ni te importó…!
( Alicia cayó sobre una silla, mientras el sollozo no se hizo esperar….)

La mujer, fija en su sitio, dio vuelta la cabeza mirando hacia otro lado con expresión neutra…

- ¡Adiós! Siguió Alicia. Aunque no te importe, yo te perdono. Te perdono los celos que siempre me tuviste… ¡Te perdono la maldad que tuviste con una niña inocente!
(mientras corría llorando hacia la parte externa de la vivienda)

Un halo color oscuro cubría la imagen de la anciana que continuaba sentada y estática en su lugar, musitando frases incomprensibles y repetitivas, mirando la nada.
Una lágrima tosca rodó sobre su delantal oscuro por el uso y el vestido descolorido…

. . .

Alicia pidió el traslado en su trabajo. Ahora se desempeña en una Colonia de Turistas junto al mar, en un sitio muy alejado respecto a donde transcurrió su vida. No sonríe abiertamente, pero tampoco ostenta una seriedad apabullante. Es sólo ella. La acompaña el librito de Rafa y a veces, algún recuerdo.

Graciela María Casartelli
Unquillo, Córdoba, Argentina, Marzo de 2005

La página se reserva los derechos de autoría; por lo que la reproducción parcial o total de lo escrito, deberá contar con autorización previa de la misma.

Volver