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Encuentro en el faro...

 

Un antiguo faro se erige junto al murallón del dique de Lago Azul. Ya no se utiliza como tal. Ha quedado como símbolo de antiguas defensas contra embarcaciones piratas, que llegaban desde ríos aguas arriba, para invadir el pueblo y saquearlo. Pero eso sucedió hace mucho tiempo…

Ahora, Santa Marta es un lugar pacífico; construida junto al inmenso y profundo lago del cual se alimenta.

Se trata de un pueblo pesquero, habitado fundamentalmente por madres de familia, niños, adolescentes y viejos; ya que los jóvenes emigran hacia centros urbanos importantes para realizar estudios superiores o para desarrollarse en trabajos mejor remunerados.

El faro representa un lugar muy importante para Mariela y Paula. Han crecido juntas y concurrido a la misma aula, tanto en la primaria como en la secundaria; ciclo este último que ahora está a punto de concluir.
La base del monumento tiene un piso lo suficientemente amplio como para haber permitido cuando eran niñas jugar con sus muñecas y ahora, les sirve para visualizar el extenso espejo azul, donde su mutuo amigo y compañero de estudios, Daniel, se pasea en velero, saludándolas con un pañuelo. Mientras garzas y gaviotas levantan vuelo en concurridas y ruidosas oleadas de alegría.

Ya nadie concurre allí. Se ubica a dos kilómetros al sur del poblado y de la vivienda más cercana. Pueden disfrutarlo en soledad y constituye el lugar de encuentro, de juegos y como escondite.

No obstante, ellas siempre callaron ante sus padres sobre sus escapadas a ese sitio; pues todos lo conocían como extremamente peligroso. No tiene barandas y dista del agua unos treinta metros. A más, el lago en este lugar está plagado de remansos, por lo que las autoridades han colocado una señalización apropiada para que nadie se acerque. Las niñas hicieron caso omiso de estas advertencias y transcurrían sobre el bordo, varias horas al día.

Paula está físicamente mejor dotada que su amiga. Incluso es más inteligente y estable en su forma de ser.
A Mariela se la ve insegura, introvertida y con frecuencia, melancólica.
No obstante la dupla se equilibra y tienen ahora, de adolescentes, algo muy común:
Ambas están enamoradas de Daniel.

 

. . . .

Han pasado diez años. Mariela dejó sus estudios en la Universidad y trabaja en el pueblo, en un negocio de ventas de artesanías. En cambio Paula, ya es una conocida abogada del medio.
Pero, la primera está de novia con Daniel y la segunda, ha permanecido sola. En la actualidad su carácter se observa cambiado. Posiblemente por influencia de la profesión, suele hablar en voz alta y en tono imperativo. Se ha ganado el respeto, en principio de los hombres, con quienes juega a la seducción, sin dejarse llevar por ninguno. En este sentido, en muchas oportunidades actúa con cierta crueldad para “plantar” a más de un sincero pretendiente…

En su interior y como un secreto cerrado con obstinación, continúa enamorada de Daniel; a más, no perdona a su amiga haberle “ganado de mano”. No obstante, esto no impide que crucen algún diálogo cuando se ven. Pero, ella es más remisa a darse por aludida cuando se enfrentan.
El faro fue desertado por ambas… Los intereses ya no son los mismos y la niñez quedó abandonada en el tiempo.

. . .

La primavera despunta en los primeros brotes de los hermosos prados y jardines de Santa Marta. En una esquina concurrida, Paula tiene su coqueto estudio.

Alta y bella, no escatima prendas que realcen su postura activa y juvenil.
Está despidiendo un cliente, cuando la puerta se abre y Mariela, siempre sencilla, desaliñada y algo taciturna como usualmente se presenta ante todos, inclina su figura desgarbada para saludarla.

- Hola Paula, necesito efectuarte una consulta.

Con una postura en este momento más erguida, Paula demora la despedida del cliente; mientras su amiga con paciencia la espera.

- Estoy contigo ¿gustas un café?

Algunos problemas en el negocio de artesanías llevaron a Mariela hasta allí y quién diría que esta ocasión reavivaría aquella antigua amistad.
Días después, se las veía caminando juntas, charlando, compartiendo…
Daniel se había ausentado por algunos meses a una de las ciudades cercanas para efectuar la residencia de su profesión, por lo que su distancia facilitó el acercamiento de las jóvenes.
Nuevamente las bromas, confidencias ahora acotadas y muchos recuerdos del pasado común, se entremezclan en largas veladas que se acortan al resultar tan amenas para ambas.

- ¿Así que sigues escribiendo tu diario Mariela?
- ¿Tú no? También lo hacías.
- La verdad es que tengo demasiado poco tiempo para cualquier cuestión íntima o espiritual…Pero ¿Me dejas leer el tuyo, así compartimos como entonces?
Al mío lo tiré cuando tenía unos veinte años…

Mariela le acerca su antiguo libro personal, que pasado el largo trecho, se ve grueso, con las hojas algo sueltas y dobladas en los extremos.

Aunado a sus ilusiones actuales, siempre la melancolía ronda en sus líneas, en sus letras algo disparatadas…

- ¡Como!¿ No eres feliz con Daniel?

- ¡Claro que lo soy y lo quiero mucho! En dos meses vamos a casarnos Esperamos que estés con nosotros, como viejos amigos que hemos sido todos, esto será maravilloso…
(mientras dobla su semblante con cierta ternura, se acomoda los cabellos y la mirada tímida, se posa en el suelo)

- Realmente no te comprendo. Si yo estuviera por casarme, no pensaría en soledades, vacíos internos, ni en la muerte… ¿Cómo es esto?

- La muerte es parte de la vida; es el recinto solemne donde se guarda la existencia toda, para dar cabida a una nueva…

- ¿Cómo puedes creer en esas patrañas? ¿Daniel tiene idea de esas tonterías?

- El no conoce este aspecto de mi interior. Pero, compartí tantas cosas contigo a través de los años, que también lo hago con esto…

Paula la miró en forma censurante y molesta y la sacudió por los hombros.

- Vamos, guarda ese libro… (con tono despreciativo)

Mariela sin reparar demasiado en estas reacciones, reboza de alegría por todos sus costados, al estar ahora, nuevamente con su amiga.

- No te gustaría que vayamos mañana hasta “nuestro” lugar en forma secreta, como siempre… (con gesto cómplice). Llevaré unos sándwiches y será bello contemplar el lago como en aquellos tiempos…

- Bueno; cuando cierre el estudio al anochecer. (Respondió Paula con la mirada ahora de expresión neutra y hasta helada.) ¿Dónde guardas tu diario?

- ¡Ja! ¡Ja! Mi familia no sabe nada…En la pared de mi dormitorio, en la cabecera de mi cama, el revestimiento de madera de la pared está suelto y justo deja un escondrijo. ¡Pero por favor! No se lo digas a nadie, menos a mis padres ni a Daniel…

. . .

El crepúsculo bañaba con sus últimas luces las callejuelas del pueblo, cada vez más desiertas por el susurrar de un vientillo frío que no dejaba olvidar definitivamente el invierno.

- Paula, estoy pensando que debíamos dejar el paseo para el fin de semana. Pareciera que allá ha de estar bastante fresco ahora…
- No te aflijas, llevo una “petaca” con whisky…

- ¡¿Qué?! ¡Yo no bebo!

- ¡Vas a probar lo exquisito que se paladea mezclado con Coca Cola! Bueno, tú me dijiste que llevarías algo sólido para comer y es bueno, que yo aporte la bebida…

- Sí, pero una bebida con tan alto porcentaje de alcohol…

- ¡Bueno! ¿No te gustaría repetir aquellas andanzas secretas, con una “travesura” nueva?

 

La luna comenzó a iluminar el sendero solitario casi perdido entre las hierbas, al momento que se veían las últimas luces del desfalleciente sol, mientras ambas presurosas llegaban al faro. El delicioso viento fresco les acariciaba los tersos rostros y se dispusieron a disfrutar el momento, desplegando el picnic sobre el suelo, entre ambas.

Las miradas se perdían en la lejanía…

- ¿Recuerdas cuando veíamos a Daniel navegando en su velero? ¡Qué hermoso! (susurró Mariela)

Paula no contestó nada, al tiempo que insistía con el tercer vaso de bebida…

- No me sirvas más, me estoy mareando. ¿A ti no te hace efecto como a mí?

- Yo estoy acostumbrada…

- Pero no eres bebedora…

- De vez en cuando; pero tengo cierta “cultura alcohólica”. ¡Bebe! Estamos festejando…

- Sí, pero quedaré dormida sola aquí, mientras tú regresas… No me gustaría…

- No te aflijas, yo te ayudo…

La luna iluminaba a pleno el lugar. El faro lucía majestuoso.
Y Mariela estaba ya tan mareada, que la cabeza se iba hundiendo en su regazo.

- Basta Paula…Vamos…

- ¿A dónde? (replicó con tono fuerte y sarcástico)

La pregunta inundó el desierto lugar, mientras empujaba a Mariela con fuerza hacia la cornisa y su cuerpo caía pesadamente y mudo, hacia el agua…

Con una mueca en el rostro, Paula recogió rápidamente las cosas y con paso presuroso y decidido, volvió a su estudio, cuidándose que nadie la viera. Había dejado las luces encendidas y el ordenador la esperaba con su último caso para finiquitar.


. . .

La muerte de Mariela conmovió el plácido poblado. El último incidente que se recordaba, fue cuando una tempestad hundió la barca que llevaba a un pescador solitario, hacía más de dos años.
En la mente de esas personas sencillas, no cabía concebir hecho semejante al sucedido… Más les extrañó que la autopsia del cuerpo revelara la presencia de un alto grado de alcohol, en alguien que nunca se supo ingiriera bebida de este tipo…
Las conjeturas cobraron cierta solidez cuando Paula reveló la ubicación del diario personal de su amiga y allí cobró definitiva fuerza la hipótesis de un suicidio.
Daniel que no comprendía nada, entró en un mutismo profundo y dejando la residencia, se aisló en su casa.

. . .


Actualmente, Paula atiende casos cada vez más difíciles que insumen todo su tiempo.
El verano aprieta con sus calores más intensos.
En una jornada desacostumbradamente calurosa; decide dejar su estudio en el anochecer y regresar al faro.

- Ahora que ya no podrás entorpecer mi camino, pequeña Mariela, tengo que abrir el propio. No sé porqué Daniel te eligió, si eres insignificante…

El susurrar de una ola de viento fresco, peinó sus cabellos mientras miraba desde la orilla, la profunda zona prohibida.

- Créeme que lo siento. No deseaba traerte hasta tu fin; si no me hubieras obligado. Tu idiotez hizo que me confiaras el Diario, la mejor forma de desviar a su lugar las pequeñas mentes de estos ignorantes.

Nuevamente el susurrar del viento, pareció entonar una canción infantil y voces de niños cantándola.

- Tonterías. No creas que me asustas; siempre fuiste bastante tonta…Te soporté mucho. Pero esos son tiempos pasados. Si crees que puedo tener algún remordimiento, no; no lo tengo. Tú te buscaste este destino. Deberías haber reparado de tu condición inferior y que era yo, la merecedora de Daniel.

Las voces infantiles llegaron a aturdirla, por lo que emprendió rápidamente el regreso y por primera vez sintió confusión… ¿Qué significaban aquellas voces y aquel canto?

. . .


Pasaron dos semanas y Daniel se llegó a su estudio. Ella recibiéndole con visible alegría, se colgó del cuello, mientras se emocionaba sinceramente.

- Hermosa, ya pasó todo. De nada sirve que nos lamentemos ahora. No sé si te han llegado comentarios, pero la policía está segura que Paula se tiró desde el Faro.

- No; no sabía.

- Era el lugar desde el cual ustedes me saludaban cuando navegaba en mi velero ¿recuerdas?

- Demasiados años…

- ¿No me acompañarías hasta allá?

Paula aceptó para no perder la oportunidad, si bien no le agradaba demasiado la idea.

- Hoy cuando cierres tu estudio

- Pero va a ser demasiado tarde, ¿no quieres que vamos ahora?

- Desde cuándo tienes temor Paula…Nunca lo has tenido por nada y menos en lo referido a mi compañía. ¿O te has olvidado cuando bailábamos en las fiestas de la escuela, que te apretabas a mi cuerpo sin ninguna timidez, al contrario… (Esbozó una sonrisa) y eso que sabías que yo gustaba de Mariela…

. . .

El sol veraniego bañaba con su último fulgor de la tarde el vetusto faro, mientras la pareja contemplaba el lago sentada en el vano del escalón.

- Me extraña mucho que Mariela bebiera… ¿No te parece Paula? ¿Tú la viste alguna vez en estado semejante?

- Sí varias. En los días antes de su muerte. Me llamó la atención…

- Qué extraño hiciera eso…

- ¿Por qué extraño? Según leí en el periódico local, en su diario personal se revelaba que no era feliz contigo…

- ¿Conmigo? Estás equivocada…

- Ah, Daniel inocente. Acércate, quisiera rememorar el calor que sentía en aquellos bailes a tu lado…

- No pierdes el tiempo (dijo él acercándose).

- Bueno, Mariela murió y aquí estoy yo… La vida sigue.

La joven, en un abrazo estrecho, se desbrochó la blusa. La luz de la luna bañó sus cuerpos amándose y el ulular de la primera brisa de la noche, ahora cálida, les permitía disfrutar de la naturaleza plena…

Tras un lapso de tiempo, Daniel con gesto confundido, arregló sus ropas al momento que se sentaba y mirándola con severidad, le replicó:

- No deberías haber hecho esto. Sabes que no te amo ahora, como tampoco antes.

- Pero yo sí te amo y no salgo de esta ebriedad tan grande…distinta de la de Mariela por supuesto… ebriedad por tenerte, gozarte… ¡Ah! ( le abrazó con el cuerpo aún sin cubrir y buscó nuevamente su boca…) ¡Soy una mujer! ¡Y atractiva! ¡No lo puedes negar!

- Sí, pero para eso, basta un rato…

- ¡Ah Daniel! ¿No te das cuenta que estoy loca por ti?

 

La brisa comenzó a reproducir aquella música infantil y voces de niños cantando, se hicieron perceptibles con nitidez.

- Daniel ¿No oyes esa música y esas voces?


- No, no oigo nada. ¿Qué voces?

- De niños…

El joven torció su cara con dolor. Miró el suelo y se levantó con un gesto totalmente amargo.

- Sabes, la autopsia reveló que Mariela estaba embarazada… No sólo se fue ella, sino que también mató a mi hijo…

- ¿Qué? Susurró Paula, vistiéndose con premura e incorporándose totalmente.

- Sí, por eso me extraña lo que dijiste, en cuanto a que en los últimos días había estado bebiendo. Ella debería conocer de su estado. Además nunca lo había hecho antes…

- ¡Ah! No sé Daniel… Sabes, no me importa nada de lo que sucedió. Sólo te afirmo que daría cualquier cosa por ti. Si quieres tener un hijo, puedes tenerlo conmigo… ¡ Ay! Qué molestas esas voces… No sé qué coro de niños puede estar ensayando a esta hora en el pueblo, haciendo llegar ese rumor…

- Imposible, estamos demasiado lejos del pueblo. Sabes nena, eres terriblemente apetecible, pero yo volveré a la ciudad para concluir la residencia y no creo que vuelva por aquí…

- Viajaré donde estés… ¡No me importa! ¡Ah, qué molestos esos niños!

- No vayas… Si quieres esto, de vez en cuando combinamos encontrarnos y con un ratito basta…

- Pero ¿no te das cuenta que mis sentimientos son mucho más que para un “ratito”?

- Sí, pero de mi parte, no… ¡Adiós Paula!

Apenas la abrazó y corrió cuesta abajo rumbo al poblado; mientras Paula, caminaba tras él lentamente, tapándose con las manos los oídos.

. . . .

Han pasado muchos años desde aquel día. Paula culminó su brillante carrera, pero continuó en soledad.

Sus manos ya están ajadas y aquel bello rostro, está surcado por insistentes arrugas que lo enmarcan.
Diariamente, camina hasta el Faro.

Allí dialoga con sombras, que parecen niños aleteando…y luego dice: ¡Son garzas y también… gaviotas!
Luego, regresa al pueblo con paso lento y vencido.

Graciela María Casartelli
Unquillo-Provincia de Córdoba-Argentina Junio de 2005

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