La última melodía
Callamos las expresiones concientes de nuestras emociones
más profundas y arraigadas en la personalidad. Ellas nos nutren en forma
silenciada y en penumbras, por lo que muy difícilmente podamos reconocerlas.
El siguiente es un relato basado en una historia de la vida real. Se han cambiado
los nombres y situaciones a fin de proteger la identidad de los protagonistas.
-Siento los ojos cansados. Será que el día de ayer fue demasiado
triste, demasiado vacío.
Hace un año, mamá partió de mi vida. Pensar que jamás
supuse la podría realmente extrañar. Y sin embargo, hoy, me invade
una amargura inmensa.
-Nunca quise aceptar su carácter caprichoso y hosco así como su
preferencia por mi hermano menor. Esos secretos que guardaba en las cartas que
la veía escribir, no sé a quien, pero que nunca me quiso mostrar.
-Seguramente le escribiría a un amante… Después de cuatro
años que papá se fue de casa… ¿a quién más
le podría escribir? ¡Qué mujer deshonrada! Las mujeres por
más que estemos solas y más si son madres y con cierta edad, no
podemos tener amantes.
- Las jóvenes somos distintas. No estamos casadas y sí, seguramente
tenemos una pareja como yo, pero bien nos cuidamos de tener hijos… ¡Jamás!
Sería una tontería…
-Para mamá, mi mundillo, seguro era tonto y no tenía sentido.
¿Y el de ella? ¿Acaso era mejor que el mío?
-Se levantaba bien temprano y comenzaba con sus plantas…Por lo menos una
hora, regándolas, picándoles la tierra en derredor, le daba vuelta
las hojas para ver si tenía alguna apestada…¡Qué aburrido!...
Luego cortaba algunas flores y entraba. Ponía esa horrible música
clásica y comenzaba la limpieza cotidiana. Armaba un florero sobre la
mesa, no sé, ¡qué cursilería!… A las 9 daba
voces a mi hermano y a mí para que nos levantáramos y viniéramos
a desayunar y por supuesto, a él le prepararía tostaditas…es
cierto que no me gustaban, pero ¿Por qué se preocupaba por él?
¿Y porqué el jugo lo debía hacer yo?
-Sé que fingía
cuando sonriendo me preguntaba cómo me iba… Seguramente deseaba
me fuera mal…
-Si yo la detestaba, ¿Por qué me amaría ella?
-Aborrecía su peinado, su modo de hablar, el perfume que usaba… todo cuanto le estuviera relacionado.
-Aunque debo reconocer
que me inquietaba pensando en su amante. ¿Quién sería?
De mi parte no podía tolerar eso, por ello decidí hace dos años
mudarme de casa con mi pareja.
-Se ve que no le importó, porque al contrario, al partir, me pidió
que nos sentáramos en la mesa los tres y nos habló. Decía
que era muy importante el paso que estábamos por dar… que los pensáramos
y estuviéramos seguros…
-Su “seudo” preocupación me movió a sorna y recuerdo
le dije: “Me voy porque no aguanto más estar aquí”,
“finges que te preocupas por mí cuando en realidad lo único
que te importa son mi hermano y tu amante”
Recuerdo que sonrió con sorpresa… (¡Qué falsa! Dije
en mi interioridad)
Siguió:- ¿Quién te ha dicho semejante cosa? Desde que nos
quedamos solos, todo ingreso que tengo, lo reparto entre las necesidades diarias
y ustedes dos. Desde hace cuatro años, ni siquiera me compro una prenda
nueva… no he salido de casa a no ser para ir al médico o hacer
las compras…
(Pensé: ¡Qué desparpajo!…)
- ¿Y las cartas que escribes? respondí…
No contestó. Entonces grité:- ¡No me vas a decir, que cuando te pones horas, por la tarde a tocar el piano esa música “de antes” y romanticona lo haces pensando ¿en nadie?!
Se levantó
sin replicar, fingiendo estar emocionada.
Mi novio y yo nos fuimos al departamento que habíamos alquilado y tardamos
varios meses en volver; así como saludar a “mi hermanito”.
Con Guillermo formamos
una pareja actual…
Tenemos mucha vida sexual, aunque durante el día ambos estamos muy poco
en casa. Entre los trabajos de cada uno y por otra parte… bueno…
los fines de semana, nos gusta ser independientes, así que salimos en
forma separada. Vamos a bailar y nunca falta algo más para compartir
un rato, total ¿qué importa? Hace seis meses, conocí un
“chico” con tan buena “onda” y bueno… la cama
no se hizo esperar, así que ando con los dos.
No es difícil… Eso sí, con mi novio, una mitad de semana
y con Claudio, la otra mitad. ¡Nada de mezclas!
Aunque ahora, se
me hace un poco más difícil, porque también me metí
con Aníbal y él me requiere por lo menos dos veces a la semana…
- ¡¡¡ Ah!!! Me estoy cansando, siempre pasa lo mismo…
Todos hacen las mismas cosas y llegamos a idéntico lugar. Ya parece una
matraca y me estoy asqueando.
. . . . . . . .
Algunos recuerdos
de infancia me llevan hacia mi padre. Hace tanto no le veo ni hablo con él…
Cómo luchaba por llamar su atención. Si mamá le alcanzaba
algo, presurosa corría para alcanzarle otra cosa que creía le
satisfaría mejor. Si Danielito le hablaba, yo gritaba más fuerte
para tapar su voz.
Realmente emprendí una lucha feroz por ser su preferida… y tan
indiferente le observaba conmigo y sin embargo, cómo emprendía
nueva batalla por ganar su atención.
Cuando partió
de casa, pensé que estaba más a disposición para ganarlo,
pues seguramente querría verme y no tendría que vencer esos enemigos
domésticos.
Pero qué desazón al ver que no sólo ha preferido a su nueva
pareja, sino también a sus hijos… ¿y qué de “su”
propia hija? Nada… Será que nunca signifiqué demasiado para
él. ¡Qué tonta he sido!
Me parece que esta herida es la más profunda que nadie pudiera haberme
causado; me parece que a partir de aquí, es que mi vida perdió
sentido y cada vez me importan menos las cosas. Incluso el levantarme cada día.
. . . . . . .
En estos dos últimos
años, todo se complicó bastante. Si bien logré “sacarme
de la cabeza” la idea del amante desconocido de mi madre, otras situaciones
me consternaron.
¿Es que los demás insisten en no dejarlo a uno vivir tranquilo?
En mi trabajo, siempre las preferencias de mis jefes se vuelcan hacia mis compañeras. Es cierto que ellas son ruines y no les interesa el calibre de las armas que han de utilizar para ganárselos. Tengo a más de una “entre ceja y ceja” y para qué hablar de la nueva Supervisora. No puedo hablar ni un minuto más por teléfono, ni subir un poco el tono de voz con algún cliente, que ya me está llamando la atención. Cómo me gustaría cambiar de trabajo…pero no me animo. Allí he logrado afianzarme, además queda cerca del departamento así que puedo llegarme a almorzar y no tener que tolerar las sandeces que hablan en el entorno de trabajo en esa hora de descanso.
. . . . . . . .
Esta mañana me he levantado bastante mal. Anoche, tendríamos con
Guillermo, como es rutina, haber estado en intimidad. Sin embargo, él
llegó distinto y pocas palabras intercambiamos en la cena.
Estoy desperezándome, mientras él ya partió hace una hora.
No sé porqué me importa tanto. Tengo otros cuerpos, en los cuales
puedo disfrutar a mi antojo…después de todo. Creo que jamás
podría atarme a nadie, como estuve atada a mis padres y cómo me
fallaron cada uno por su lado.
No debo demorarme demasiado, ya que en una hora entro a mi trabajo.
Sabina tapa su cabeza nuevamente con las sábanas; luego se sienta decididamente y mira hacia la mesita de luz del lado de su compañero.
-¿Qué es eso?...Ah, un papel. A ver qué es…
-¡¡¡No!!! No puede hacerme esto, ¿cómo que “adiós”?. ¿Cómo que se ha enamorado de otra mujer? Ah No! ¡No me va a hacer esto a mí! ¡Quién me las hace, me las paga…!
La joven da un salto
fuera de la cama y comienza a vestirse rápidamente, presa de furia.
¡Ya me va a conocer!, vocifera mientras toma bruscamente su cartera y
gana la calle.
Decidida a crear un escándalo de dimensiones, corre agitadamente hacia
el trabajo de Guillermo. Golpea la puerta vaivén, que a su vez también
le responde. Sin importarle nada, cruza el gran hall con desesperación
e ingresa en una de las oficinas que lo rodean.
Un hombre de mediana edad la mira en forma censurante al verla entrar desprevenidamente
y le pregunta quién es.
-¡Soy la compañera de Guillermo!. ¿Dónde está?
-Lo siento señorita, responde aquel hombre.
-Hace una semana él se procuró otro trabajo según dijo,
por conveniencia económica. Creo, ya no está en esta ciudad.
Pero, - ¿y no le dijo dónde fue?
-No, respondió quietamente…presentó su renuncia y se fue;
lo siento…
. . . . . .
-De pronto, nada tiene sentido. No me importa Claudio y menos Aníbal; tampoco mi trabajo…Nuevamente he sido defraudada.
La muchacha comenzó
a deambular por calles solitarias, mientras una tímida llovizna otoñal
iba humedeciendo sus prendas…
Tras varias horas de caminata, presa del cansancio, se dejó caer en un
banco de una plaza, mientras llovía más intensamente. Era la única
persona habitando el lugar.
- Tengo ganas de viajar muy lejos, lejos de aquí, de esta horrible ciudad. De mi horrible cama, de todos los hombres y las mujeres juntos, de mi trabajo, de mis recuerdos. A nadie le importo… Mi padre estará disfrutando su actual familia y después de todo, estoy contenta que mi madre ya no esté en este mundo….Ya me habría sermoneado…
-¡Ay mamá,
mamá! ¡Qué herida sorda y muda me has hecho! ¿Por
qué me apresaste primero con tu odio, luego con tu amante y ahora con
tu ausencia?
Después de todo, eres la única persona que en este momento se
hubiera conmovido por mi estado. Seguramente habrías corrido a buscar
ropa seca y me habrías dado un té caliente.
Sabina se levanta y despaciosamente se dirige hacia la morada materna, en afán de mantener una conversación con Daniel su hermano. Después de todo, era la única referencia que le quedaba de su primigenia familia…Hacía tanto que no le veía…
Pero una jugada más de la vida, cercenaría sus anhelos. Daniel también había partido en procura de su propia suerte y en la casa, vivían ahora otras personas.
La desazón fue apoderándose de su ser. Comenzó a estornudar
y un inmenso frío la cubrió.
-Me he enfermado, musitó. Está atardeciendo y estoy tan lejos de todo. No quisiera volver al departamento, allí estaré sola. En realidad, siempre estuve sola, mejor, siempre quise estar sola. En realidad no tiene sentido seguir viviendo… ¿para qué? Si al menos hubiera tenido algún hijo, quizás valdría la pena.
La noche va ganando la ciudad, mientras Sabina en forma dubitativa camina sin destino. Sobre la medianoche, el cansancio gana su cuerpo vencido y se deja caer en un escaparate apenas iluminado.
Sobre el amanecer, pálida y tambaleante, comienza el nuevo camino a la
nada… Consulta su cartera y ve que le queda algún dinero. No siente
hambre, sus piernas están más tiesas.
Durante las horas nocturnas no le quedaron sollozos ni lágrimas. Nadie
se percató de su existencia. Posiblemente sería una ciudad muy
ordenada y ningún transeúnte pensaría que una joven como
ella pensaría pasar la noche a la intemperie.
Pasa los dedos por su pelo aún humedecido y trata de mejorar su apariencia.
Los negocios han abierto sus puertas y entra en una armería en procura
de un arma de fuego simple. Tuvo suerte en portar los documentos personales
que le solicitaron para poder adquirirla.
La claridad de la mañana la empuja hacia el Cementerio donde reposa su madre y donde piensa quitarse la vida.
. . . . . .
-¡Ay mamá!
Si estuvieras aquí me abrazarías y me harías desistir de
lo que estoy por hacer…
En forma distraída y lenta, limpia el pequeño predio de tierra,
manta natural del cuerpo de su madre. Hace tanto tiempo que nadie visitaba esa
tumba, que está invadida por malezas y telas de araña. Advierte
la presencia de un florero cuya agua huele en forma nauseabunda y no duda en
tirar lejos el contenido. Unas flores secas caen entre sus dedos mientras ella
cae de bruces con su pecho, sobre la tumba.
-¡Ay mamá! Suspira enderezándose. ¿Porqué hiciste que te odiara tanto?... ¿Tuviste la culpa? ¿Por qué no te comprendí?
Aún le quedan gemidos por exhalar…
-¡Ay mamá! Perdóname, por Dios, perdóname…
La joven se derrumba nuevamente sobre el suelo que ahora muestra sólo tierra suelta, mientras su mano bajo su cuerpo, aprieta el gatillo del arma apuntando la parte izquierda de su pecho.
Reacciona un momento y mirando la fotografía en un costado del pequeño predio, musita:
-¿De veras tenías un amante?... ¿Porqué tendría que celar tanto?, después de todo, cuántos inundaron mi cuerpo… ¡Qué tonta he sido! Quizás escribías un diario personal, no sé… Cuando falleciste, te aseguro busqué indicios entre tus pertenencias, pero no hallé nada. Tal vez quemaste todo, o Daniel…
-¡Sabes mamá…cuánto extraño tus melodías en el piano…!
Sabina vuelve a poner su dedo en el gatillo del arma, mientras en el entorno, inexplicablemente se hace audible una armonía musical.
Sorprendida, se endereza y presta atención, tratando de vislumbrar a alguien, pero está sola. Reconoce la melodía y el corazón le salta en el pecho. ¿De dónde?
La curiosidad la toma totalmente, mientras abandona el arma en el suelo y se levanta. Observa hacia todos lados, al tiempo que la melodía se vuelve abrumadoramente fuerte inundando el Cementerio.
Comienza a moverse
tratando de buscar su origen, mientras en forma extraña el arma que estaba
en el suelo, desaparece.
Otras personas están ingresando e inician el trayecto hacia distintas
tumbas, pero no parecer oír nada.
Sabina grita y comienza a correr como si algo extraño la estuviese persiguiendo.
. . . . . . . .
Reintegrada a su trabajo, parece otra mujer. Está más bella que
nunca y su mirada irradia paz. Hoy almuerza con sus compañeras y se la
ve sonriente.
Graciela María Casartelli
Unquillo, Córdoba, Argentina, Marzo de 2005
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