Volver

 

Relatos Urbanos

 

 

 

"De Vuelta al Barrio"

 

 

DESPUÉS de enterarle de la noticia, sus amigos le pidieron a Claudio ser el portador de la misma
ante su hija. Entre sorprendido y aturdido el ex militar observó a cada uno de sus viejos amigos y,
ante aquel pedido, sintió que retrocedía en el tiempo y que su mente se perdía en la enmarañada trama
de los recuerdos. La idea de visitarlos y darles una sorpresa alegre contándoles de su próximo viaje a los
Estados Unidos se tornó de pronto en un episodio confuso, penoso e ingrato por el encargo.

Aquel día, recordaba, le parecía perfecto para reunirse con “los sobrevivientes del 42” como denominaba
a su grupo de amigos de malambo, legendario barrio "bajopontino".
Después de coordinar su visita por teléfono con uno de sus íntimos, se despojó del buzo militar que usaba
para sus ejercicios matutinos y luego del duchazo de rigor,escogió de su ropero ropa gruesa pero
de corte deportivo. No tenía idea de la hora en que podría regresar a su casa y notó que el frío invierno
limeño ya mostraba su severidad.

Antes de salir tomó su guitarra y con sumo cuidado la colocó en el asiento trasero de su moderna
camioneta 4x4 de lunas polarizadas. Sin embargo a poco de encender el vehículo apagó el motor.
Cogió la guitarra y abordó su auto Nissan del 95. “No quiero que mis amigos piensen que soy ostentoso”
se dijo mientras enrumbaba al encuentro de un pasado que no dejaba de añorar.

EL RÍMAC, está situado a orillas del río del mismo nombre y es una de las zonas más antiguas y tradicionales
de Lima. Viejo barrio de vergel, era punto de encuentro donde cantores y guapos bebedores, maceraban
aflicciones, alegrías o recuerdos, en interminables jaranas. Lugar preferido de los parroquianos de la bohemia;
las larguísimas, envejecidas y polvorientas calles de la avenida Francisco Pizarro, fueron escenarios de
inolvidables romances o desasosiegos amorosos, que luego inspirados bardos se encargarían de plasmar en hermosos o dolidos valses.

Fue precisamente en la conocida Peña Criolla de Rosita Ríos, donde Claudio y Rosa María se conocieron.


Ella celebraba su cumpleaños y él su ingreso a la escuela militar.


Ambos compartían diferentes mesas que estaban rodeadas de bulliciosos y alegres amigos.
Luego de los discursos de siempre y de sucesivos brindis, la alegría iba en aumento en cada grupo.
Todos reían, bailaban y algunos hasta se animaban a cantar.
En determinado momento Claudia y Rosa María cruzaron furtivas miradas y hasta hicieron
secretos brindis entre discretas y pícaras sonrisas.

En medio de aquel jolgorio, el animador de la peña criolla, invitó al flamante cadete al escenario.
Animado por los tragos y los amigos, Claudio trepó al estrado de un salto, cogió la desgastada guitarra y con sentida voz entonó el hermoso vals de Felipe Pinglo “El Plebeyo” donde dice que “el amor siendo humano tiene algo de divino...Que amar no es delito porque hasta Dios amó”.


Cuando terminó de cantar Claudio juntó las palmas de la mano, las puso en el centro de su rostro
e inclinando su rapada cabeza agradeció los aplausos de los asistentes.
Luego besó la palma de una de sus manos y lanzó un beso volado hacia Rosa María.
Entre sorprendida y sonrojada, la joven, apenas pudo escuchar al locutor que la estaba invitando al escenario.


Todavía estaba turbada cuando dirigió sus pasos hacia el proscenio. Al momento de subir,
él estaba bajando las escaleras, entonces Rosa María lo tomó del brazo y le dijo: Ven, acompáñame.


El se situó detrás de ella y luego de pedirle la nota musical, empezó a tocar. Con el micrófono en la mano
Rosa María anunció “Un nuevo amanecer” de Alicia Maguiña.
Al empezar a cantar la joven giró el cuerpo y mirando fijamente a Claudio entonó ”Un nuevo amanecer,
un dulce despertar, ya tengo a quien querer, ya tengo a quien amar”...

DESDE AQUEL MOMENTO siempre estuvieron juntos. Ella ingresó a la universidad a estudiar leyes
y él continuaba su carrera militar. Entonces empezaron a compartir proyectos y sueños: La casita, los hijos, etc.
El amor se hacía evidente en la joven pareja, pese a que solo compartían la brevedad de los fines de semana,
cuando a él le tocaba su día de franco.

Al cabo de cinco años, mientras María Rosa ingresó al bufete de un prestigioso abogado para realizar sus
prácticas pre-profesionales, Claudio fue enviado por un año a una zona inhóspita del país como parte de su adiestramiento militar. La despedida fue emotiva y se juraron amor eterno.

A sus 23 años, ella destacaba no sólo por su talento sino, además, por su desbordante belleza. Por eso no llamó
la atención que fuera objeto de numerosas invitaciones de sus colegas de oficina que al principio ella desechaba.

Sin embargo cuando la invitación provino de su jefe y dueño de la firma, no pudo negarse.

Poco después y antes que se recibiera de abogada fue contratada como asistente de la dirección.
Entonces las invitaciones y salidas se hicieron más contínuas hasta que, deslumbrada por las atenciones,
los regalos y el lujo, aceptó convivir con su jefe.

Pronto dejó el viejo barrio y por muchos años, nadie supo nada más de ella.

. . .


LAS CUASARINAS es uno de los barrios residenciales más exclusivos de Lima.

Habitada por exitosos empresarios, militares retirados de alta graduación y políticos de renombre, el ingreso
a esa zona resulta sumamente restringido para ciudadanos comunes y corrientes.

Sin embargo, Claudio, que para la ocasión se había vestido con su traje de coronel, no tuvo problemas de
ningún tipo con las personas encargadas de la seguridad. Por el contrario, cuando preguntó por la dirección
que buscaba, con mucha amabilidad le indicaron la manera de llegar.

Cuando llegó, estacionó su camioneta, tomo su kepí y bajó del vehículo. Al llegar a la puerta se detuvo para arreglarse la ropa y ponerse la gorra. Luego lo invadió una extraña sensación de sentimientos encontrados. Entonces cruzando uno de sus brazos por el pecho agachó la cara mientras con la otra mano se tomaba la
nariz a la altura de las cejas, como meditando. Pasados unos minutos, que se le hicieron interminables, tocó el timbre y con decisión esperó el desenlace.

-¿Sí?

-Hola…-poniendo voz amable-.

-Espera, no cierres la puerta… Te lo pido por favor -ahora rogativo-.

-¿Qué deseas?

-Mira, No quiero que vayas a pensar que vengo en plan de hablarte de mí o del amor que sentía por ti.
Créeme, que todo eso está olvidado. Olvidado, como todas las cosas que no tienen valor…

-Entonces... ¿Por qué has venido? ¿Qué quieres?

-Nada. Solo vengo a verte, porque ayer fui al antiguo barrio de los dos; pues como me voy muy lejos, fui a ver
a los muchachos…a darles el adiós…

-Pasa y toma asiento - dijo secamente, mientras le señalaba un mueble-.

Por un instante, Claudio perdió su aplomo, e ingresó a la sala.

En ese momento no sabía qué cosa lo estaba turbando más: Si el lujo de aquella inmensa casa llena de
cuadros y esculturas, la frialdad de Rosa María, o la increíble belleza que aún conservaba.

-Te escucho, dijo ella. -Tenía el rostro pétreo-.

-Okey, mira Rosa María... -Empezó a hablar con voz todavía amable-

-Rosemary!!!,- le interrumpió tajante, enfadada-

-Mira Rosa María o Rosemary o como quieras llamarte, creo que he sido muy paciente contigo pero ya
me colmó tu altivez y arrogancia...
- molesto empezó a elevar el tono de su voz y de un salto se levantó del sofá-

-Ya me habían contado los muchachos que te vieron en varias ocasiones manejando un Mercedes Benz por
las calles de San Isidro y Miraflores- y enfiló sus pasos hacia la salida,-

-Y que tú ni siquiera te dignaste a mirarlos ni a responderles el saludo
- se detuvo frente a la puerta-

-Y quizás, por eso, me dieron el encargo de venir a verte y comunicarte una noticia. Sí, sólo por eso estoy aquí

- poniendo su mano en la cerradura-

- No obstante, debo confesar que también deseaba verte y saber cómo estabas... Pero, me encontré con una persona
distante, gélida e insensible.

- Sí, porque ahora eres otra; qué pena siento, bueno creo que es mejor que me retire...

- empezó a girar el picaporte-

-Pero antes, déjame felicitarte...- abriendo la puerta-, porque se nota que tu posición social y económica ha mejorado mucho...

-dio un paso hacia la calle-

-Tanto, que hasta creo que quizás ni te interese lo que vine a decirte:

Ayer tu madrecita murió en el callejón- y cerró la puerta tras de sí-.

OCTAVIO HUACHANI SANCHEZ

 

OCTAVIO HUACHANI SANCHEZ, periodista y escritor peruano. Es quizás uno de los pocos autores en el
mundo que, a través de sus Crónicas Urbanas, aborda una serie de sucesos que ocurren exclusivamente en el
mundo de los adultos mayores. Sus obras, aunque han sido han sido escritas para las personas que acercan o han pasado el rubicón de las seis décadas, también han logrado impactar a jóvenes y adultos maduros quienes luego de leer algunas de ellas, han empezado a mirar desde otra perspectiva a sus mayores.
Para contactarse con él, pueden hacerlo a través de nuestro Libro de Visitas, o escribiendo a: huachanioctavio@yahoo.es.
Telefonos 482 2360 / 9546 2986 -Lima-Perú

 

Volver