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Promesa de año nuevo

 

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Aquel primer día de 1995 vestí de pantalones vaquero azul, camisa celeste y zapatillas blancas.

Luego de ponerme una gafa oscura salí a buscar a María, mi mujer.

Ella se encontraba regando el jardín; aunque en realidad trataba de ganar tiempo.

María se resistía a cumplir la promesa que hicimos al finalizar el año viejo:

A partir del día siguiente y en adelante, solo viviríamos pensando en nosotros.

Sí, habíamos decidido cambiar nuestro estilo de vida.
(Como la mayoría de adultos mayores, casi no teníamos vida propia).

Siempre atentos a alguna llamada telefónica para cuidar a los nietos en cualquier día de la semana
o para vigilar la casa de alguno de nuestros hijos que salían en viaje de negocios o vacaciones.
O permanecer en nuestra casa los domingos, con el almuerzo preparado, esperando
a los hijos que nunca llegarían.

Extrañábamos salir a bailar de noche, saborear comida china acompañada de un buen vino.

O salir de campamento con nuestros amigos de siempre y amanecer cantando, bailando y contando chistes.

O quizá, simplemente tomarnos de la mano y salir a caminar sintiendo las frágiles gotas de una lluvia que
asoma; refrescar nuestros rostros, para luego entre risas y jaloneos correr hacia la casa antes que nos
sorprenda un chapuzón.

Pero esta situación, así lo habíamos prometido, había llegado a su fin.

A regañadientes, María accedió a dejar el jardín y entrar a casa.
Eso sí, me pidió estar sola a la hora de cambiarse de ropa.

(No sé por qué siempre habíamos usado ropa de color oscuro.

“Es más serio, más formal y está de acuerdo a su edad, nos repetían”).

Un día antes, muy temprano, salimos "de shopping" a las mejores tiendas de la ciudad.

Decidimos salir solos porque no deseábamos la opinión de terceros. No dejamos establecimiento sin visitar
y en consecuencia, escoger nuestro nuevo vestuario nos tomó todo el día.

Realmente fue una jornada muy divertida. Observar a mi mujer probarse, de tienda en tienda, decenas de
polos, sandalias, bermudas, faldas, blusas, zapatillas, medias tenis y hasta canguros, ante la complaciente
mirada de las vendedoras era una verdadera delicia.

(Claro que la compra de ropa interior para María significó toda una odisea para mi y las pobres vendedoras. Ningún modelo ni color de trusa o brassiere, le parecía bien. Nada le entusiasmaba ni convencía.
Casi al finalizar la tarde nos detuvimos frente a un bazar de lencería fina. “Espera aquí. Voy a ir sola”
me dijo, antes de ingresar. Al cabo de dos horas salió con una sonrisa en su rostro y dos bolsas en la mano. “Vamos”, me ordenó con mirada de"femme fatale").

De regreso a casa, detuve el coche para invitarle un copetín.
En realidad deseaba saber detalles de su última compra. Antes, debo decir que cuando se lo propone
María es “una tumba”. Así que luego de varias
rondas me animé a preguntarle por su lencería nueva. "Not comment, not comment", repetía,
con una sonrisa pícara. Finalmente desistí de mis propósitos y regresamos a casa.

Mientras mi mujer iniciaba su metamorfosis, yo la esperé en la sala.

Entonces decidí escuchar música tratando de hacer más tolerable la espera.

Olvidé decirles que por la mañana nos trajeron los artefactos eléctricos que reemplazarían a los que teníamos
en casa desde hacía dos décadas. De modo que (ejemmmm) escogí los MP3 de Frank Sinatra, Louis Armstrong,
Nat King Cole, Cindy Lauper, Nicola Di Bari, Ray Charles, Doménico Modugno y Roberto Carlos.

Sabía que la espera sería larga.

Para desconectarme del mundo me puse auriculares y como el equipo tenía una bandeja para diez discos,
me senté tranquilo en nuestro nuevo sillón de cuero negro.

Así, en medio de tan distinguidos artistas, recordé el disfrute de aquellos años maravillosos, y casi sin darme
cuenta empecé a canturrear "Detalles" que era interpretada por Roberto Carlos.
Sigue siendo una canción hermosa, me dije, entrecerrando los ojos.

De este modo, entre canción y canción, el tiempo iba consumiéndose y yo, arrellanándome más en el sillón,
me imaginaba o soñaba (aun no lo sé) que estaba en la zona VIP de un megaconcierto, que en esos momentos
tenía a Frank Sinatra interpretando "Strangers in the Night".
Antes, habían aparecido, Armstrong, Di Bari y Nat King Cole cantando "Qué Mundo más Maravilloso",
"Mi Corazón es un Gitano" y "Yo Vendo unos Ojos Negros"... Maravilloso, que más se puede pedir, me dije,
y empecé a aplaudir.

De pronto abrí los ojos y me di cuenta que no había escenario ni zona VIP y que, además me encontraba solo.

Mi sala estaba a oscuras, las luces del comedor apagadas y yo totalmente asustado.

-¿Y María?, me pregunté en voz alta.

Me levanté deprisa y luego de encender las luces corrí por las escaleras hacia nuestro dormitorio:
¡Estaba vacío!
Cuando empezaba a bajar, la puerta del baño se abrió y una luz me cegó. ¡Dios mío! exclamé tartamudeando.
Sí, allí estaba ella, resplandeciente, hermosa, muy hermosa.

María se había recortado y ondulado un poco el cabello que ahora lucía mojado y alborotado
(es un peinado casual, me diría luego), su rostro tenía un brillo muy especial, aún cuando no mostraba
huellas de maquillaje alguno. No podría detallar su vestimenta sólo decir que el rosado le quedaba de
maravilla,... de maravilla.

-Hola, me dijo...¿me invitas a bailar?

Tomé su mano y la llevé a la pista de baile del megaconcierto y le pedí a Sinatra que cantara algo para nosotros..."Ok, my friend", dijo (y agregaría en"spanglish") con todo aprecio voy a interpretar "My way".

No recuerdo las veces que bailamos la misma canción, sólo que nos envolvimos en un abrazo muy fuerte,
quizás como adivinando que el destino nos separaría cinco años más tarde.

Aún recuerdo que la besé y acaricié como nunca y que luego mirándola a los ojos le prometí que no
sólo la amaría toda la vida, sino más allá de la vida...

Relatos Urbanos.

Autor: OCTAVIO HUACHANI SANCHEZ
Periodista

OCTAVIO HUACHANI SANCHEZ, periodista y escritor peruano. Es quizás uno de los pocos autores en el mundo que, a través de sus Crónicas Urbanas, aborda una serie de sucesos que ocurren exclusivamente en el mundo de los adultos mayores.
Sus obras, aunque han sido han sido escritas para las personas que acercan o han pasado el rubicón de las seis décadas, también han logrado impactar a jóvenes y adultos maduros quienes luego de leer algunas de ellas, han empezado a mirar desde otra perspectiva a sus mayores.
Para contactarse con él, pueden hacerlo a través de nuestro
Libro de Visitas, o escribiendo a: huachanioctavio@yahoo.es.
Telefonos 482 2360 / 9546 2986 -Lima-Perú


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