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Juguete.

 

Autor: Graciela María Casartelli

 

 

Mi tiempo de cosas lindas...

 

Cuánto disfrutaba lo que tu nombre solía brindarme

 

en caprichos de niña.

 

 

Conocías mis enredos,

 

mis sombras,

 

mi enagua,

 

y el pan entre mis dientes.

 

 

 

No te extraño.

Formaste parte de un sueño amado,

 

aunque, ya no te amo...

 

 

Capricho de niña, juguete de nieve.


En el final te hiciste agua, ante el fuego vivo,

 

luego vapor, luego nada...

 


Quisiera un juguete quemado,

 

por mis manos infantiles y locas.

 

 

Quisiera un juguete quemado,

 

pero no, de nieve...

 


Hubiera deseado recordarte con una sonrisa,

como parte de aquello, que compartimos

 

y dejamos ir, juntos...

 

 

Cuando deseo prolongar la imagen de tu hora,

libre te esfumas, helado y triste,

llovizna sin forma,

 

al espacio abierto,

a lo que perdí...

 

 

 

Tu profunda cicatriz está impregnada

en mi lágrima triste,

 

en mi rechazo de ti.

 


Tú sembraste mi muerte,

 

aunque tal vez, no querías hacerlo.

 

 

Y yo te fui envolviendo en ella,

 

hasta la revancha.

 

 

 

En esta cima, al pie del comienzo

 

de un gran infierno,

 

 

contemplo cuesta abajo y te busco:

 

¿Dónde te arrojé, juguete de nieve...?

 

Donde no te reintegrarás nunca.


En el umbral, pensativa y cabizbaja,


vigilante e indecisa,

 

vislumbro el ayer.

 


Escultura de Rosita Acosta de Díaz de Vivar (Paraguay)

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Mi templo de fuego, hace mucho,

 

me extendió los brazos.

 



Antes que conociera el cielo,


me arrastró por el desvío,

 

en el sendero de los abismos.

 

 

 

Mi grito al infinito pide socorro,

 

a un monte y a un siglo.

 

 

A un madero erguido y en él,

 

a otro muerto...

 


Mi grito al infinito llama a todos aquéllos,

 

que me acompañaron un trecho.


 

A mi madre.

 

A unos cuantos rostros,

 

 

mujeres y hombres, ¡que hoy los vuelven!.

 

 

¡Dios!: ¡Sólo veo espaldas!

 

Espaldas humedecidas,

 

 

escalonadas, oscuras.

 

. . .

 

Una rosa lejana, aún me da su perfume.

 

 

Y en lágrimas, yo me embriago.

 

 

 

Mi rosa pequeña:

 

¡Tú irás por el camino alto!.

 

 

¡Tú besarás las cúspides!.

 

 

En sólo una ilusión, purificarás una perla,

 

de mi collar amargo...

 

 

 

 

. . .

 

Mi tiempo de cosas lindas...

 

Cuánto disfrutaba lo que tu nombre solía brindarme

 

 

en caprichos de niña...

 

 

. . .

Reservados todos los derechos.

 

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