Autor: Graciela María Casartelli |
A mi sonrisa...
Sonrisa que rodaste,
entre un cúmulo de piedras. |
Sonrisa herida y golpeada...
Sonrisa que sigues derrumbándote
en un vacío de dudas... |
Albergaría tu encanto,
en un costado de mi roca. |
Te sostendría, pequeña y frágil
en brotes delicados.. |
Sonrisa que falseabas en agitadas vibraciones
sin sonido... |
Melancólica, álgida y torpe.
En la crisis de este mediodía
te arrojaron al ocaso... |
Asomó mi mañana y te escondiste.
jugabas conmigo y yo contigo. |
Jugamos ambas sobre una caja de sorpresas.
Nos enfrentábamos
y nos ocultábamos... |
giramos la rueda, |
vuelta tras vuelta... |
Hasta que el hastío invadió nuestra ronda,
hasta apagarse el encanto... |
Hasta morir de a poco.
Hasta el sabor de la ceniza...
La forma de tu imagen oscurecida,
no se alumbrará
en el transcurso de mi tiempo.
¿Qué enemigo te llevó al extremo,
de la isla donde habito?... |
¿Quién te arrojó al agua?
¿Quién te ahogó de a poco...? |
Ofuscada y confusa,
en un mundo extraño,
lucho, contra sombras sin rostro.
Claudican mis fuerzas
y te fuiste.
Al menos me acompañaste algún trecho,
¿O tú no eras, mi dulzona?... |
Tal vez, yo deseaba que fueras...
Sonrisa que rodaste entre piedras,
a tientas, traté de asirte y rodaste,
rodaste... |
Ahora no te vislumbro,
pues ya no existes... |
!Mil tristes colores de otoño!
Grises y amarillos,
todos en mi boca
con el silencio... |
con el zumbido sórdido del vacío.
¡Mil tristes negruzcos colores de otoño!
Todos, en los ojos del alma
todos, en el lugar que dejaste,
mi sonrisa... |
Reservados los derechos de autor.